No se
trata de tenerlos “bien puestos”, como algunos quieren señalar, haciendo alarde de su poca madurez. En esta ocasión,
quizá la más peligrosa desde la crisis de los misiles en Cuba (1962), nos
podemos estar jugando la paz mundial.
Desde la
finalización de la segunda gran guerra (1945), en el llamado orden mundial
ha prevalecido el mutuo respeto de las dos grandes superpotencias. Alrededor de
ellas, sus aliados han seguido fielmente el guión marcado y las tensiones
surgidas en uno u otro lugar del mundo siempre se han resuelto con un cierto
acuerdo entre las mismas y sobre todo con la gran responsabilidad de saber que
un enfrentamiento armado entre ellas, podría suponer una gran catástrofe para
la humanidad.
A estas
dos grandes superpotencias se ha unido una tercera, China. Nación hoy por hoy más
proclive a los acuerdos con Rusia que con EE.UU.
Vladimir Putin y Barack Obama |
Y con
este escenario, hace unos meses, cuando los llamados aliados occidentales
quisieron intervenir en Siria, tras la constatación del uso de armas químicas,
la censura de Rusia y China a ello, hizo desistir de la ya inminente y
preparada intervención. Algo que fue de agradecer, a pesar de lo grave de la
situación en Siria.
Ahora en
Ucrania, Vladimir Putín está desoyendo los modos y consejos occidentales, y con
una política de hechos consumados está llevando a cabo la defensa de lo que él
cree sus intereses y parece no estar dispuesto a ceder ni un ápice.
Bajo mi
punto de vista se está rompiendo un acuerdo no escrito sobre ese mutuo respeto
que antes aludía y que había permitido vivir a dos formas antagónicas de ver el mundo en una cierta cordialidad e incluso cooperación.
De
romperse ese “statu quo” podría pasar cualquier cosa. Si hoy Obama y otros líderes
occidentales aguantan la afrenta en pro de la paz, otro u otros vendrán que
querrán cobrarse la deuda. El desafío está ahí. Y Vladimir Putín debería de
reflexionar al respecto antes de dejar una mecha encendida, que puede
explosionar la bomba en cualquier momento.
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