Aunque
parezca mentira vivimos una situación muy complicada y alarmante. No hay día
que no aparezca una noticia en los medios, denunciando una actitud delictiva o
un comportamiento indigno de algún político o asimilado.
El
ejemplo y la motivación brillan por su ausencia.
Cierto es
que aparentemente no pasa nada, que nos haga parecer una nación o un país
desestabilizado. Pero eso es algo que también se produce de forma casi espontánea
y entonces ya, a veces, es tarde.
Durante
muchos años se ha ido gestando una verdadera mafia alrededor de los dineros
públicos. De los presupuestos del Estado y de otros organismos autonómicos,
municipales o empresas públicas. Un verdadero desastre. Un colectivo
minoritario pero con el número y capacidad suficiente para dilapidar y expoliar
cientos de miles de millones de euros de los bolsillos de los ciudadanos.
Primero
fue con la burbuja inmobiliaria y el descontrol del precio de la vivienda. A la
sazón se metía mano en los dineros de los contratos públicos, que a su vez se
engordaban para poder satisfacer tanta codicia. Más tarde se utilizaron las
ejemplares, hasta entonces, Cajas de Ahorro, para detraer aún más dinero de los
ciudadanos. Lujos y vicios fueron pagados con nuestro dinero. Cuando el escándalo
parecía inevitable, se empezó a recortar en servicios básicos como la sanidad o
la educación. Más tarde las pensiones. Todo valía para tratar de dilatar en el
tiempo la bancarrota a la que nos habían llevado los gobiernos de los últimos 20
años.
Mientras,
la Justicia; desbordada, sin medios y fuertemente condicionada por los otros
dos poderes del Estado, difícilmente podía y puede hacer nada ejemplar y
determinante.
Muchos
inmigrantes que vinieron en busca de un mundo mejor, tuvieron que marcharse. También
muchos españoles, jóvenes sobre todo, han ido a otros países en búsqueda de un
futuro más motivador y esperanzador que el que esta caterva de golfos, sinvergüenzas
y delincuentes, nos han dejado. Una lacra social.
La solución
ya no es fácil. Son muchos los implicados y muchas las instituciones u
organismos afectados.
Difícil
es ya encontrar el grupo de personas necesarias, que comprometidas con el interés
general y con una labor muy compleja por delante, consiguieran en unos meses,
quizá años, devolver la confianza y la ilusión que todo pueblo necesita para
que sumando fuerzas, sacrificios y trabajo, volver a la senda que nunca
debimos de abandonar.
Solo con
el trabajo, el esfuerzo, la solidaridad y la buena conciencia, se consiguen
resultados satisfactorios para todos.
Y es con
el delito cobarde e impune, la insolidaridad, la codicia y el desprecio al ser
humano, como se consigue lo que desgraciadamente estamos viviendo.
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