sábado, 8 de noviembre de 2014

En la mala dirección



Aunque parezca mentira vivimos una situación muy complicada y alarmante. No hay día que no aparezca una noticia en los medios, denunciando una actitud delictiva o un comportamiento indigno de algún político o asimilado.
El ejemplo y la motivación brillan por su ausencia.
Cierto es que aparentemente no pasa nada, que nos haga parecer una nación o un país desestabilizado. Pero eso es algo que también se produce de forma casi espontánea y entonces ya, a veces, es tarde.
Durante muchos años se ha ido gestando una verdadera mafia alrededor de los dineros públicos. De los presupuestos del Estado y de otros organismos autonómicos, municipales o empresas públicas. Un verdadero desastre. Un colectivo minoritario pero con el número y capacidad suficiente para dilapidar y expoliar cientos de miles de millones de euros de los bolsillos de los ciudadanos.
Primero fue con la burbuja inmobiliaria y el descontrol del precio de la vivienda. A la sazón se metía mano en los dineros de los contratos públicos, que a su vez se engordaban para poder satisfacer tanta codicia. Más tarde se utilizaron las ejemplares, hasta entonces, Cajas de Ahorro, para detraer aún más dinero de los ciudadanos. Lujos y vicios fueron pagados con nuestro dinero. Cuando el escándalo parecía inevitable, se empezó a recortar en servicios básicos como la sanidad o la educación. Más tarde las pensiones. Todo valía para tratar de dilatar en el tiempo la bancarrota a la que nos habían llevado los gobiernos de los últimos 20 años.
Mientras, la Justicia; desbordada, sin medios y fuertemente condicionada por los otros dos poderes del Estado, difícilmente podía y puede hacer nada ejemplar y determinante.
Muchos inmigrantes que vinieron en busca de un mundo mejor, tuvieron que marcharse. También muchos españoles, jóvenes sobre todo, han ido a otros países en búsqueda de un futuro más motivador y esperanzador que el que esta caterva de golfos, sinvergüenzas y delincuentes, nos han dejado. Una lacra social.
La solución ya no es fácil. Son muchos los implicados y muchas las instituciones u organismos afectados.
Difícil es ya encontrar el grupo de personas necesarias, que comprometidas con el interés general y con una labor muy compleja por delante, consiguieran en unos meses, quizá años, devolver la confianza y la ilusión que todo pueblo necesita para que sumando fuerzas, sacrificios y trabajo, volver a la senda que nunca debimos de abandonar.
Solo con el trabajo, el esfuerzo, la solidaridad y la buena conciencia, se consiguen resultados satisfactorios para todos.
Y es con el delito cobarde e impune, la insolidaridad, la codicia y el desprecio al ser humano, como se consigue lo que desgraciadamente estamos viviendo.

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