Portada del libro |
Es Ramón
Tamames, uno de los mejores economistas de España de los últimos años, técnico
y economista del Estado, catedrático, escritor, político, tertuliano, y siempre
inquieto con nuestro acontecer. Todavía
le recuerdo allá por 1977, en la estación de Sol, megáfono en mano, dando un
mitin y pidiendo el voto para el partido comunista. Hijo de una familia
acomodada, sus inquietudes le llevaron a militar en el P.C.E., del que años
después se saldría.
Su libro,
en la 19ª edición, recoge la transformación de España, desde una economía autárquica
a una economía industrializada, que permite nuestra integración en la Comunidad
Económica Europea (CEE) en 1985.
Felipe González, firma en 1985 el Tratado |
Desde
entonces ha llovido mucho. Nuestra economía no se parece en nada a aquella. Una
economía donde la reindustrialización y la modernización eran sus referentes.
Una economía que se abrió a la entrada de grandes multinacionales, que veían en
España un lugar ideal para desarrollar sus actividades y una plataforma para
lanzar sus productos a Europa y al resto del mundo.
Así años
después, la economía de servicios es la que se ha implantado en España. La
industria ha perdido peso, y la agricultura, la pesca y la ganadería, se ven intervenidas
y mediatizadas, por nuestra integración en la hoy Unión Europea.
Nuestro sector
financiero, en cambio, si ha encontrado en este escenario un ambiente muy
propicio para su internacionalización y adquisición de tamaño crítico. Hoy
contamos con algunas entidades financieras que son referentes en muchos otros
países del mundo. Banco Santander y BBVA, son dos claros ejemplos de ello.
Dedicatoria de su libro |
Las TIC (tecnologías de la información y la comunicación)
tampoco han encontrado acomodo en nuestra industria. Convirtiéndonos en un país
consumidor, que no productor de todo lo que rodea a la era digital. Y si de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) se trata, seguimos a la cola de los paises de referencia.
Así, la
reciente crisis, ha puesto en evidencia todos nuestros defectos estructurales,
así como nuestra incapacidad para desarrollar unas reformas tan necesarias como
eficaces. Nos hemos convertido en una economía de consumo, basada en la demanda
interna e incapaz de generar valor añadido, que permita un crecimiento
sostenible y creíble. De forma que la última burbuja, basada en la construcción
y el endeudamiento, ha generado un daño en la sociedad que tardaremos muchos
años en reparar, si es que lo conseguimos. Todo ello alentado por unos políticos que creyeron y vieron en
su propio beneficio, el desarrollo de una política económica suicida. Una economía de pandereta, sol y playa. Dependiente de otras formas de ver la vida, más ajustadas a la realidad.
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