viernes, 28 de abril de 2017

Moción de censura no, gracias

Podemos, en rueda de prensa, anunciado su moción.
Que hemos vivido un período triste desde el punto de vista político y que aun lo seguimos viviendo, no es ya ninguna novedad. La corrupción se ha extendido por España como una mancha de aceite. Desde todas las esferas de poder, ya sean locales, regionales o nacionales; el robo, la mordida o el cohecho, han sido prácticas habituales de muchos políticos que acudieron al enriquecimiento fácil y cobarde a través del desempeño de sus cargos públicos. Ministros como Jaume Mata, alcaldes como Jesús Sepúlveda o presidentes regionales como Ignacio González, utilizaron todas las potestades que sus puestos les proveían, para su propio beneficio. Recalificaciones, adjudicaciones, compras o cualquier otro acto administrativo donde hubiese dinero, les servía para distraer una parte del mismo y pasar a engrosar sus cuentas corrientes en España o en el extranjero. Creando para ello entramados empresariales que les permitían ocultar en un principio la verdadera titularidad del botín.
Sería inocente pensar que esto solo ha ocurrido ahora, es decir, en los últimos 15 o 20 años. La corrupción siempre ha existido. Lo que ha ocurrido ahora y principalmente tras la introducción del euro, es que las cantidades sustraídas son astronómicas. Multiplicar nuestra moneda por más de 166 tuvo un efecto psicológico tremendo. Pasabas de hablar de 10 millones de pesetas a sesenta mil euros, nada, una bagatela. Y la cosa fue creciendo y creciendo…de tal manera que, el millón de euros era ya la mordida habitual, a poco que el cargo público manejase o dispusiese de presupuestos que años atrás eran impensables.
Que la corrupción no distingue de partidos políticos también es otra obviedad. Lo importante es el poder, teniendo poder el resto era “coser y cantar”. Y así, el Partido Popular, el PSOE o CiU, partidos de gobierno, bien nacional, autonómico o local, han sido los que más han metido mano en la caja. El resto, sencillamente no podían, no manejaban presupuestos ni tenían poder de decisión, aunque algún caso aislado también ha habido.
Que además la corrupción va ligada a la altura moral de la persona es también algo simple y que el corrupto siempre encuentra justificada su acción por su “bajo sueldo” y el “gran esfuerzo” que hace por el interés general es otra realidad.

Así con estos ingredientes se convirtió la corrupción en España en un problema de Estado. Su influencia sobre los precios, el empleo y la economía en general, ha sido desgarradora.

¿Soluciones?
Bueno, la moción de censura que plantea Podemos, no lo es, sino se corrigen antes otros factores que eviten el dispendio de los caudales públicos. Además este partido tuvo su oportunidad en 2015, tras las elecciones de diciembre, de haber influido y colaborado en la formación de gobierno, pero prefirió seguir con la vista puesta en una improbable ascensión de votos que tras juntarse con el partido comunista se convirtió en una detracción de votos, que aún no ha acabado. Ahora pretende nuevamente rentabilizar la corrupción a sus intereses, sin aportar medidas para corregirla.
Para mí la solución pasa por conjugar varios verbos:
Retribuir, denunciar, instruir, juzgar y condenarTodo ello con la máxima celeridad posible sin dejar que pasen los años y los años, apelando una complejidad inexistente. Con medios suficientes y adecuados, no hay complejidad.
Es decir, lo primero retribuir a los cargos públicos con sueldos o salarios acorde a los tiempos que corren, y similares a los que se dan en el sector privado. Un alcalde de una ciudad como Madrid, no puede tener un sueldo de 90.000 €. La tentación es muy grande. Además hay que atraer a los mejores para lo público, en ello nos va la prosperidad y el bienestar como nación.
Que funcionarios y ciudadanos estamos obligados a denunciar cuando veamos prácticas ilícitas, al igual que policía, fiscales y jueces están obligados a dar curso e investigar las denuncias, es algo básico para que la ejemplaridad y el orden sean los referentes de nuestros cargos públicos. Instruir aquellas denuncias con evidentes indicios de criminalidad, para juzgar y condenar a sus autores, con penas muy duras que incluyan la desposesión de todo bien del condenado hasta que se restituya el total de lo robado.
No podemos permitirnos que los denunciantes de corrupción sean las víctimas, que mandos policiales paren investigaciones, que fiscales den órdenes contrarias a lo que dictan las leyes o que jueces archiven casos cuyos indicios son evidentes. ¡Así No!

domingo, 23 de abril de 2017

LA TRAMA

Hace unos días otro autobús comenzó su gira por Madrid. En esta ocasión, curiosamente, bendecido por los permisos municipales que veían todo en regla y lo que es peor, sin que la fiscalía viera ningún delito en ello a pesar de denunciar a personas que nunca se han visto imputadas o investigadas por casos de corrupción; José Mª Aznar, Felipe González o Eduardo Inda, entre otros, por muchos recelos que haya. Toda una vulneración del derecho al honor que nuestras leyes reflejan de forma expresa:

“Conforme al artículo dieciocho, uno, de la Constitución, los derechos al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen tienen el rango de fundamentales, y hasta tal punto aparecen realzados en el texto constitucional que el artículo veinte, cuatro, dispone que el respeto de tales derechos constituya un límite al ejercicio de las libertades de expresión que el propio precepto reconoce y protege con el mismo carácter de fundamentales. Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo

Y justo en estos días se ha desarrollado una operación por la U.C.O de la Guardia Civil que ha culminado con la detención e ingreso en prisión incondicional del que fue presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid entre 2012 y 2015, Ignacio González, mano derecha durante 20 años de Esperanza Aguirre que ha visto así como otro de sus más íntimos colaboradores era acusado de prácticas corruptas en beneficio propio.

Hace unos años, me llamó poderosamente la atención un artículo escrito en
L. Bernaldo de Quirós
ABC por Lorenzo Bernardo de Quirós, en el que defendía o mejor dicho distinguía entre el corrupto y el corruptor, de forma que apelaba a la necesidad que podría tener un empresario para pagar “mordidas” al político de turno si quería mantener su empresa a flote y consecuentemente el empleo. Algo que te hacía entrar en una difícil dicotomía, pues se trataba de establecer quien era el corrupto y quien el corruptor.

¿Es siempre el empresario el que tienta al político con dinero y prebendas ablandando la voluntad y la honestidad de este? o ¿es el político el que obliga al empresario a pagar una comisión si quiere ser proveedor o contratista de las AA.PP.?

I. González, expresidente CAM detenido
Como verán la cuestión no es fácil de determinar. Para mí que existen los dos tipos: Políticos que desarrollan su carrera para medrar y enriquecerse fácil y cobárdemente con los caudales públicos, extorsionando a los empresarios y empresarios que sobornan a los políticos de conciencia y principios débiles para obtener réditos de una forma fácil y sencilla.

En ambos supuestos el uno sin el otro nunca sobreviviría y en consecuencia debería ser el actor pasivo -político o empresario- el que denunciara estas tramas para acabar con ellas de forma radical.

Algo que mientras no ocurra no nos dejará pensar que hay víctimas de la corrupción más allá de los ciudadanos que con sus tasas e impuestos sostienen los presupuestos públicos.

Por ello solo con el compromiso de las personas honestas – la inmensa mayoría- se puede acabar con esta lacra que desde los años 80 se ha apoderado de nuestra economía, alcanzando su cénit entre 2000 y 2008, y que ha causado un tremendo daño al bienestar general de los españoles, al empleo y a la credibilidad de su sistema político. 

sábado, 22 de abril de 2017

El triunfo de los mediocres

A continuación me permito reproducir una magnífico, sincero y serio artículo de Antonio Fraguas “Forges” (*) publicado en “Noticiero Universal” el martes 7 de marzo de este año:
Antonio Fraguas, "forges"

«Quienes me conocen saben de mis credos e idearios. Por encima de éstos, creo que ha llegado la hora de ser sincero. Es, de todo punto, necesario hacer un profundo y sincero ejercicio de autocrítica, tomando, sin que sirva de precedente, la seriedad por bandera.
Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes, con una huelga general, o echándonos a la calle para protestar los unos contra los otros.
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. 
Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel.
Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.
Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente.
Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan, alguien cuya carrera política o profesional desconocemos por completo, si es que la hay. Tan solo porque son de los nuestros.
Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre, reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia».
ü     Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.
ü     Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un solo presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional.
ü     Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir, incluso, a las asociaciones de víctimas del terrorismo.
ü     Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.
ü     Mediocre es un país que tiene dos universidades entre las 10 más antiguas de Europa, pero, sin embargo, no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
ü     Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas.
ü     Mediocre es un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.
ü     Mediocre es un país en cuyas instituciones públicas se encuentran dirigentes políticos que, en un 48 % de los casos, jamás ejercieron sus respectivas profesiones, pero que encontraron en la Política el más relevante modo de vida.
ü     Es Mediocre un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
ü     Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
ü     Es Mediocre un país, a qué negarlo, que, para lucir sin complejos su enseña nacional, necesita la motivación de algún éxito deportivo.


(Pinche en el enlace y descubra quien es el verdadero autor del artículo)

jueves, 13 de abril de 2017

Juegos de guerra


En octubre de 1929, la bolsa de EE.UU. sufrió una caída impresionante, diez años después un loco que dirigía Alemania invadió Polonia y empezaba así lo que se conoció como II Guerra Mundial. Por un lado el bloque aliado; liderado por EE.UU., Rusia, Francia e Inglaterra. Por el otro, el conocido como pacto tripartito; Alemania, Japón e Italia. Duró casi 6 años, dejó millones de vidas humanas y ciudades destruidas.
Han pasado desde entonces muchos años, más de 70, el mundo ha cambiado superando aquella tragedia y la sociedad ha mejorado su bienestar de forma exponencial.
Durante estos años ha habido guerras, conflictos, amenazas, crisis…pero creo que ninguna con la cantidad de catalizadores que hoy se manifiestan. Por un lado la reciente crisis financiera que estalló en 2008, que aún no ha encontrado un camino adecuado para remontarla de forma contundente. Por otro, la cada vez más evidente pérdida de valores en la sociedad occidental, donde la codicia se ha impuesto como referente de los negocios con su consecuencia en el mundo laboral, con un reparto no proporcional de la riqueza generada y muchos de los derechos que tantos años costaron y sufrimiento causaron, se han visto cercenados en los últimos tiempos.
Todo un paso atrás. Tampoco podemos olvidar la mediocridad de los líderes políticos contemporáneos, que hoy son mayoría. Ni son ejemplares ni aciertan en sus decisiones. Si a esto añadimos la fuerte escalada del conocido como terrorismo yihadista, que está sembrando el terror en muchas ciudades, donde los atentados se realizan ya con medios al alcance de cualquiera, es obvio que estamos ante una situación excepcional que requiere de grandes dosis de inteligencia, mucha templanza y la toma de decisiones muy meditadas.
Recientemente, ante un ataque del ejército sirio con armas químicas a una base de rebeldes, EE.UU. ha respondido de forma inmediata con un ataque en toda regla a posiciones del ejército sirio. Se ha saltado todas las normas y ha bastado la orden presidencial para desencadenar el ataque. Algo que no se hizo ante un hecho similar en 2013. La reacción internacional ha sido dispar. Por un lado el apoyo de los llamados países occidentales, por otro la crítica, censura y advertencia de Rusia y China, ante la escalada bélica que ello supone, de que EE.UU. no puede tomarse la justicia por su mano. Mientras en plena escalada de tensión, EE.UU. desplaza un convoy de guerra liderado por el portaaviones ´USS Carl Vinson´ a la península de Corea, otro foco de tensión ya legendario. Y donde parece que en estos días se quiere hacer una prueba con un misil intercontinental que supone una amenaza directa a los EE.UU., entre otros países.

Tampoco debemos de olvidar que países como Iraq, Libia, Afganistán, Irán, Turquía, Israel, Palestina, Cuba o Venezuela, entre otros, siguen siendo foco de tensión, representando potenciales polvorines que pueden explotar en cualquier momento. Por ello, insisto, que los actuales líderes de las grandes potencias, no pueden dejarse llevar por arrebatos, fobias personales o cualquier otra circunstancia perversa, cuando de la paz y del futuro de la humanidad se trata.