lunes, 14 de mayo de 2012

Carta abierta a D. Alfredo Pérez Rubalcaba


Distinguido y Excelentísimo Señor:
 
Antes de nada quiero expresarle que no fui partidario de su candidatura a las últimas elecciones generales. Creía entonces que alguien más debía de haber en el PSOE que aportase savia nueva. Dicho esto y tras la injusta debacle que se produjo, sí pensé que usted y pocos más eran los únicos capaces de transmitir tranquilidad, reflexión y tiempo a esta etapa, que era lo que necesitaba su partido y España.

Es usted hoy el Jefe de la Leal Oposición. Muy probablemente yo en su lugar no tendría ganas ni motivo personal alguno para apoyar al gobierno ni en lo que coincidiera. Su oposición durante los años 2008 a 2011 fue ruin, lamentable e interesada con sus objetivos, que para nada coincidían con los de España y los españoles. Objetivos que se resumían en alcanzar el poder como fuese y a costa de lo que fuese.

Pero bien. Hoy España necesita políticos de altura. Y usted lo es, como ha demostrado durante estos últimos 25 años ocupando puestos de muy alta responsabilidad y con buenos resultados, a pesar de esa propaganda sectaria y subjetiva.

Ahora, y discúlpeme por mi atrevimiento a darle consejos. El PSOE debería de apoyar todas, absolutamente todas  las iniciativas legislativas de carácter político y económico que adopte el gobierno, de forma que se transmita un mensaje de estabilidad y unión de los españoles. La responsabilidad sin duda alguna es de quien las toma y las aplica. Los objetivos deberán estar claros y con plazos de caducidad. No vale eso de dejar pasar el tiempo a ver “si suena la flauta”. Fácil y concreto. El movimiento se demuestra andando.

Así el PSOE, adoptaría una política con gran sentido de Estado y que mejor que todo vaya bien, si al final superamos esta convulsa y difícil etapa, aclarando el presente y el futuro que tan importante es para nuestros hijos e hijas.

Los españoles no somos tontos, aunque en las últimas elecciones no hayamos estado a la altura que las circunstancias requerían. Pero insisto, no somos tontos y sabremos dar a cada uno lo que realmente se merece.

Sin otro particular, se despide atentamente

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