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jueves, 20 de junio de 2013

Una justicia objetiva, ágil y eficaz



Visto para sentencia
A la Justicia se le considera la primera de las virtudes de una sociedad. Que la justicia sea objetiva, ágil y eficaz, depende de muchos factores. Entre ellos los más notables serían:

El primero, la existencia de poderes realmente independientes. Algo que en España cada vez es más evidente y notorio que no existe. La interacción de unos y otros es manifiesta. Se confunde colaboración con intromisión.

En segundo,  la imperiosa necesidad de una simplificación y refundido legislativo,  con  una cantidad proporcionada de  leyes, suficientemente claras y concisas, que evite tanta interpretación personal y tanto subterfugio. Más de cien mil leyes forman el cuerpo de nuestro ordenamiento jurídico ¿No es absolutamente exagerado?

En tercer lugar, la agilidad necesaria en los procesos, sin perder ese principio de ver las cosas tras un conveniente periodo de reflexión y lejos del momento en que acaecen, sin que ello signifique demoras en los trámites de años y años, perdiendo la eficacia de su aplicación y su función de ejemplaridad.

En cuarto lugar, la necesaria y tan solicitada modernización de las oficinas judiciales, que sin perjuicio de mantener aquellas pautas irremplazables, permita incorporar las nuevas tecnologías en todo su desarrollo.

Manuela Carmena
Y en quinto y último lugar, acabar con todas esas prácticas, que ya en su día denunció Manuela Carmena (1), en su excelente libro “Crónica de un desorden (Alianza Editorial. 1997)”. Y que casi 20 años después, parecen seguir siendo habituales.

La voluntad de acometer y solucionar estos lastres que arrastra nuestro sistema judicial desde hace muchos, muchos años, significaría que de verdad la sociedad española tiene establecido un estado parlamentario, democrático y social. Por que sin Justicia no hay Estado.

Y es que no  hay día que no nos desayunemos alguna noticia que deja muy en entredicho al sistema judicial. Hemos convertido a los jueces en estrellas mediáticas, aplaudidas por unos y denostadas por otros.  Así vemos como un juez es cuestionado y desautorizado en su instrucción, un fiscal actúa de defensor de un imputado, recurriendo el auto del juez instructor o un más que presunto delincuente se pasea como si nada o inclusive chantajea a la justicia
¿Hasta cuando?


(1) Manuela Carmena, ex-magistrada; fue abogada laboralista, jueza de vigilancia penitenciara y decana de Madrid, así como vocal del Consejo General del Poder Judicial.

lunes, 10 de diciembre de 2012

#BastadeCasta

´La Casta´, no es un término peyorativo contra las personas que ejercen la política en nuestro país. Algo que sería injusto para muchas de ellas, cuya motivación y dedicación tienen un componente de interés solidario, generoso y sincero. Pero la realidad se impone y todos sus esfuerzos se ven diluidos en esa clase contaminante y autoritaria que es ´La Casta´.
´La Casta´ es una clase social dominante, donde el nepotismo, el amiguismo, la mediocridad y el egoísmo, son sus mayores activos. El despilfarro de los recursos públicos es su máxima expresión. La contaminación de los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales, anula la independencia de estos y por tanto el control de unos sobre otros. Ellos hacen y deshacen a su antojo. Diseñan y proyectan las estructuras de poder, el acceso al mismo, que es lo bueno y que es lo malo, cual debe ser la moral y que debemos pensar.
No es algo nuevo ni reciente. Viene de antiguo. Lo que pasa ahora es que se ha manifestado de una forma más que evidente durante los últimos años, donde lejos de aplicar criterios técnicos y prudentes, se ha llevado a la sociedad a una situación ya insostenible. Estamos en un momento histórico, donde las generaciones que se están incorporando al mundo laboral y las que lo hagan en los próximos años, se pueden encontrar con un trabajo al modo del existente hasta hace no muchos años en los países  de economía centralizada y en algunos sucedáneos actualmente también, donde sencillamente la clase media no existe. Sólo la clase dirigente, sus asimilados y la clase proletaria.

Portada del libro de Daniel Montero
Parece una paradoja que el capitalismo, el libre mercado, de una forma u otra esté reconduciendo a la sociedad a un modelo de estado, del que fue antagonista único.
El capitalismo permitió un notable desarrollo a todas las naciones que siguieron ese modelo, pero ahora, de forma ya más que evidente, impone otras formas nuevas basadas en la codicia,la corrupción y el fraude, donde ´La Casta´ parece encontrarse a gusto en su papel de dar soporte legal y aparentemente democrático a esas prácticas financieras, productivas, salariales y sociales, que nos imponen.
Así tenemos; productos financiero creados para el engaño y la descapitalización de los ahorros de la ciudadanía, modos y modelos de producción donde el trabajo es un factor marginal, precios que se fijan por oligopolios sin trasparencia alguna, legislaciones de índole económico pensadas para el fraude, sistemas estadísticos que no reflejan la realidad económica, salarios que reflejan diferencias salvajes entre los que más ganan y menos ganan cuyo soporte no está en la productividad, injerencias en el modelo de convivencia y aspectos sociales que sólo son patrimonio del individuo como ser humano, etc.
Por todo esto, los ciudadanos debemos de crear ya plataformas, que no partidos, que establezcan iniciativas legislativas, que exijan consultas populares vinculantes, que promuevan e incluso sancionen aquellas leyes más controvertidas. Por un sistema sostenible.
Estableciendo formas y procedimientos que permitan una mayor participación de los ciudadanos en la gobernabilidad. Algo que hoy es más que posible basado en el gran desarrollo de las técnicas de la información y las nuevas tecnologías: democracia en tiempo real
Por todo ello, #BastadeCasta el viernes 14-D a las 20,00 horas(*). Un "grito unánime" en Twitter, sin ideologías ni intereses preconcebidos. 
(*)Basado en una idea de Red de Blogs Comprometidos.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Monarquía o República

No creo que el debate sea este. Ni mucho menos cuestionar la inmensa labor, el esfuerzo y entrega de nuestro actual Rey, en pro de una España moderna, democrática y con un gran futuro por delante.
En un anterior artículo, fallos imperdonables de nuestro sistema de Estado, en el que exponía algunas cuestiones que deberían de ser objeto de revisión para un mejor funcionamiento de las instituciones, dejé para más adelante este tema, que por su transcendencia y elevadas controversias, es objeto de falsas e interesadas interpretaciones.

Para mi el debate se debe de dar en el contexto actual, es decir en el siglo XXI, donde la sociedad no tiene ya nada que ver, con nuestros antepasados y sus circunstancias. Donde la cultura y el conocimiento alcanzados, ya no admiten diferencias entre personas por sus orígenes, por su sexo, por sus creencias, por sus opiniones o cualquier otra condición, circunstancia personal o social. Aquí es donde está, para mi, la clave de que la monarquía tal y como la entendemos, ya no tiene lugar de ser. Nadie, absolutamente nadie, puede nacer con unos privilegios absurdos, anacrónicos y diferenciadores de otros semejantes. Así pues, la persona encargada de ostentar la máxima representación de nuestra nación, debe de ser aquella libremente elegida por todos, en la que concurran circunstancias y méritos suficientes para tal menester, entre quienes podría estar el legítimo sucesor. Eso sí, compitiendo como un ciudadano más para la ocasión y si gana que lo sea en calidad de Jefe de Estado o Presidente, nunca como Rey, palabra de connotaciones diferenciadoras y agraviantes.

Por tanto, la figura del Rey, en un futuro no muy lejano, debería de quedar  reducida a un recuerdo histórico, incorporada a nuestro patrimonio cultural y como un titulo más de la llamada nobleza, con un cometido puramente representativo, honorífico y memorístico.

domingo, 4 de septiembre de 2011

De mitin en mitin

Pronto, muy pronto, nuestros candidatos a las elecciones empezarán su maratoniano periplo por multitud de pueblos y ciudades de España.
En olor de multitud, expondrán sus programas electorales y arrancarán aplausos efervescentes de su auditorio.
La única pega que le veo, es que a cada uno de estos mítines sólo les irán a ver sus incondicionales, ya sean militantes, afiliados o simplemente simpatizantes. Algún curioso, que no tiene otra cosa mejor que hacer y para de contar. En definitiva, un espectáculo de masas más. Un autobombo para el orador de turno, que es aclamado por sus hinchas, diga lo que diga y haga lo que haga. Un esfuerzo de miles de kilómetros que no aportará nada al resultado de las elecciones y consecuentemente al país.
Aquí, es donde me hago una pequeña y sencilla reflexión.
¿No sería más positivo, constructivo e interesante, que estos actos fueran compartidos por unos y otros partidos, que con un tiempo fijado de intervención cada uno, expusieran sus intenciones y programas a un público diverso, políticamente hablando?
Al igual que si de un partido de futbol se tratase o de un campeonato mundial de natación, acudirían las distintas aficiones a compartir el espectáculo. Y siempre cabe la posibilidad de hacer una mejor intervención y convencer a esos espectadores, no muy comprometidos, que no entienden de aficiones políticas y que solo quieren hechos y resultados.
Y después, eso que no falte, la gran final en radio y televisión, con debates entre ellos o ellas.
En fin. Hay que innovar en todo. ¿Por qué no también en política?

sábado, 3 de septiembre de 2011

Una democracia corrompida

Vivimos en un Estado que sobre el papel todo es idílico. Tenemos una Constitución y unas leyes modernas y garantistas. Unos poderes elegidos libremente. Unas instituciones organizadas y bien dotadas. Pero la realidad, la práctica es otra.
Nos avasallan, nos ignoran, nos desprecian. Y lo peor es que somos nosotros los que acometemos tales despropósitos. Es decir, nos avasallamos, despreciamos e ignoramos.
El poder, por pequeño que este sea nos transforma, nos hace vanidosos y prepotentes. El corporativismo secunda estas prácticas y el resultado es el que es: una sociedad egoísta, in-solidaria y ausente, que da como resultado una democracia enferma y corrompida. El tráfico de influencias, el amiguismo, el nepotismo, la corrupción y en definitiva el interés particular, próximo e inmediato, rigen nuestros designios.
Cada uno de nosotros, desde nuestro lugar y en la medida de nuestras posibilidades, alimentamos este sistema podrido.
La inmensa mayoría hemos perdido la confianza en todo, pero seguimos igual.
Fiel reflejo del descontento social es esa parte de la población que encabezó y representó el movimiento del 15-M. Enseguida fue tachado por unos y por otros de ser un movimiento manipulado y dirigido. Cualquiera que tenga dos dedos de frente ve y sabe que no es así, que es un movimiento espontáneo, sincero y reivindicativo de valores y principios aparcados en el baúl de los recuerdos. Que reclaman justicia social e igualdad, menos corrupción, menos codicia, más y mejor trabajo.

Ahora, otra vez, tenemos la oportunidad de que no nos engañen nuevamente y con nuestro voto elegir alternativas que al menos nos repongan la ilusión y la esperanza, creando un parlamento multilateral y variopinto, donde la tarea legislativa haya que trabajarla y explicarla convenientemente. Es la hora del ¡divide y vencerás!

miércoles, 24 de agosto de 2011

Democracia en tiempo real

Esta última iniciativa de modificar la Constitución Española de 1978 y la contestación que a través de la red está teniendo, me lleva a pensar que con la técnica y capacidad de comunicación existentes hoy, podría ser factible que los ciudadanos pudiésemos participar votando en directo y tiempo real las iniciativas legislativas que por su importancia y transcendencia, requiriesen de un amplio y mayoritario apoyo social, como es el caso. No dejando toda la responsabilidad a los diputados elegidos.
No se trata de dejar sin efecto o diluir el mandato que los ciudadanos hacemos a nuestros representantes para cada período legislativo, no. La cuestión es que ante grandes asuntos, grandes soluciones. Hay que aprovechar los medios de los que hoy disponemos y darles la mayor utilidad posible.

De esta manera, nuestros representantes democráticamente elegidos en las urnas, deberían de hacer un esfuerzo mayor, si cabe, para conseguir la adhesión ciudadana a la propuesta en cuestión. Además se conseguiría romper la disciplina de partido que deja nuestra democracia tan descafeinada. Ya no dependería de que el partido vote en un sentido u otro, sino de que consiga el apoyo mayoritario de los ciudadanos, de uno u otro partido, en cuestiones de gran notoriedad e importancia.

Por supuesto que habría que desarrollar un procedimiento que estableciese el cuando y el como, con las máximas garantías de participación y fiabilidad. Posible, sin duda alguna. Le podríamos llamar Democracia en Tiempo Real (DTR).

¿Se puede pensar en una cosa así o no?

¿En una democracia en tiempo real?

¿En el telediputado permanente universal electrónico?

domingo, 5 de junio de 2011

¿No hay nadie más?

Tras las elecciones del pasado día 22 de Mayo, el mapa autonómico y local ha dado un gran vuelco. Queda menos de un año para la convocatoria de elecciones generales, si no se adelantan, y todos los partidos están ya más pensando en ello que en el trabajo diario. Mala cosa, tal y como está la situación. Pero es lo que tenemos.
En el PSOE, han dispuesto a su nuevo piloto: Alfredo Pérez Rubalcaba. Político con gran experiencia, sagaz e inteligente, pero no lozano. Sale del mismo plantel que nos ha gobernado estos últimos años, por lo que no podemos esperar grandes cambios en la orientación de su política.
En el PP, continúa Mariano Rajoy, pese a todo. Es la tercera vez que se presenta para tal menester. Si algo hay que destacar de él, es su perseverancia y aguante a todo tipo de maniobras surgidas para apartarle. Dejar pasar el tiempo y no hacer nada, tan solo esperar, puede ser el catalizador que por fin le lleve a La Moncloa.
El resto de partidos, ejercen su labor de comparsas de este teatro de la democracia, en el que hemos convertido a nuestro país. Hoy tú, mañana yo y después tú. Con un acontecer político que carece de ideas y de innovación. Sometido a esos otros poderes fácticos, que son los que realmente marcan el camino a seguir, quedando para los poderes legítimos la tarea de dar cobertura legal a tales designios.
Parece mentira pero no lo es. Entre tantos millones de españoles, no surge ningún líder ni grupo nuevo, no hay nadie capaz de pronunciarse e inyectar nueva savia al árbol. No hay ideas ni objetivos nuevos, como si lo vivido en estos últimos años hubiera sido algo fructífero que hay que conservar. Que no necesita de reformas profundas.
 Es “vox populi” que nuestro estado requiere de una profunda reestructuración de sus instituciones. Contaminadas por el sistema electoral de partidos y mayorías, que como una mancha de aceite llega a todas, convirtiéndolas en un fiel reflejo del reparto de escaños del Congreso y en consecuencia anulando su independencia y aportación a un equilibrio institucional necesario e imprescindible para un funcionamiento eficaz. Donde la justicia y el interés general, sean los referentes del progreso y la convivencia en paz de nuestra sociedad.
Por eso me pregunto ¿no hay nadie más?

domingo, 13 de marzo de 2011

Fallos imperdonables de nuestro sistema de Estado

Las listas cerradas, impiden votar directamente a quién realmente trabaja o puede trabajar por la circunscripción que representa. Deja en manos del partido el sentido del voto en todas las iniciativas parlamentarias.
Los representantes “elegidos” deben su escaño al aparato del partido e impide que aporten su particular opinión de cualquier asunto, empobreciendo el debate parlamentario y consecuentemente la iniciativa legislativa.
El sistema D'Hondt aplicado por circunscripciones, que prima a las mayorías en perjuicio de las minorías. Distorsionando la iniciativa, la opinión y el voto, en aras de una mejor gobernabilidad. Dando como resultado unas instituciones – Congreso y Senado - que resultan ser más un decorado que unas cámaras legislativas, donde la opinión de los ciudadanos brilla por su ausencia desde el día de las elecciones.

La financiación de los partidos, nunca resuelta hasta ahora, que da alas y cobertura a la corrupción y cruce de intereses entre los poderes fácticos y los poderes constituidos legalmente.

La falta de vocación de muchos de nuestros políticos, que sólo ven en la política una forma de beneficiarse personalmente, sin el más mínimo sentido de lo que es el interés general.

El reflejo de la “partitocracia” en otras instituciones u organismos que pasan a ser meros comparsas de la mayoría que gobierna: Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Supremo, Tribunal Constitucional, Banco de España, Consejo de Estado, TV, Defensor del Pueblo y tantas otras.

Y por último, la inanidad del Senado, cámara sin contenido ni continente.

Si corrigiéramos estas cuestiones, con verdadera voluntad de mejora y mirásemos con más aplicación lo bueno de otras democracias occidentales, mejoraríamos notablemente nuestro sistema de estado, acercándonos más al ideal de democracia, que como todos sabemos no es otra cosa que el gobierno del pueblo.