Reunión del Consejo de Ministros. La Moncloa (Madrid-España) |
Si nos
atenemos a una de las acepciones de Reforma: “Aquello que se propone, proyecta
o ejecuta como innovación o mejora en algo”, podemos ya anticipar, que ninguna
de las reformas emprendidas por este gobierno, han servido para el fin
propuesto.
Tiempo
tuvieron durante su etapa en la oposición para elaborar un plan y calendario,
que cumpliese los objetivos. Pero tuvieron que improvisar, día tras día y desdecirse
de anteriores mensajes como “No más IVA” entre otros, cuando aquella Reforma de 2010, si demostró su eficacia recaudatoria.
La
primera reforma, por su gran trascendencia social, podría ser la Reforma
Laboral. Su éxito, nulo. Ahora la ministra quiere gastarse dos millones y medio
de euros, para explicarnos sus bondades. Algo que no sería necesario, si
hubiera sido efectiva. De ahí la propaganda engañosa ahora. Su mejor
exponente es la tasa de paro. A finales de 2011, el paro registrado alcanzaba
la cifra de 4,26 millones, a finales de 2012 de 4,72 y en octubre de 2013 son
4,81 millones. La
población activa, en este tiempo, ha pasado de 23,10 millones a 22,73. Es decir,
370 mil personas menos potencialmente activas. Lo cual
puede traducirse en un auténtico fracaso sin paliativo alguno. A finales
de 2011, el coste laboral bruto por trabajador, era de 31.170,06 euros. A finales
de 2012 (último dato publicado) es de 30.905,55 €.
Sobre la
Reforma Financiera, poco se puede decir en su favor. Al final y en contra de lo
anunciado, se ha rescatado una serie de entidades financieras, principalmente
cajas, con dinero público y ayudas europeas de más de 40 mil millones. Sin que
hasta la fecha, esté claro de que sea suficiente, a la vista de las tasas de
mora y del escaso crédito disponible para la financiación de la actividad
corriente de las empresas-desfase entre pagos y cobros-.
De la
Reforma de la Justicia, que les voy a contar que no sepan ya. De aquellas
promesas electorales y aquel discurso del hoy ministro de Justicia, no queda
nada. Hace unos días, los partidos se han repartido según cuotas, la composición
del máximo órgano judicial. Cuando una verdadera reforma solo debía de cumplir
el mandato constitucional (Art. 122.3) y de paso cerrar y transferir todas las
actividades del Ministerio de Justicia al C.G.P.J. como tercer poder del Estado
y garante de las libertades, los derechos y los deberes.
Si
hablamos ahora de la Reforma Impositiva y Fiscal, tampoco encontraremos ni un
solo argumento en su favor. Las subidas de impuestos, antes denostadas, ahora
se han convertido en inútiles y en freno de la recuperación económica. Todo
tiene un límite. Y sobre el elevado fraude, nada. Absolutamente nada relevante.
Dejamos
para el final, la tan necesaria Reforma Política, en el sentido de dimensionar
y estructurar el Estado, de acuerdo con los tiempos que corren y de convertir
la gestión de lo público en algo eficiente y no despilfarrador. Aquí
encontramos todavía menos posibilidades de ver algo positivo. Todo sigue igual
o peor. Deuda y déficit, no acaban de ser reducidos. Y para más ´inri´ la
inestabilidad política de alguna región autónoma, amenaza la convivencia
nacional, en aras de una quimérica y absurda reivindicación de independencia.
¿Se puede
hacer peor? Probablemente sí, pero eso ya sería adrede. Y yo de momento, solo
pienso que es por incompetencia, desconocimiento y falta de capacidad.
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