Ilustración de J. Muñoz para EL ESPAÑOL |
Se ha
cumplido ya más de un mes desde las últimas elecciones generales. A quien le
correspondía la labor de formar gobierno, desertó de sus obligaciones. Mariano
Rajoy eludió el ya inminente mandato del rey, negándose a acudir a la Cámara a
recabar los apoyos necesarios de otros partidos.
Bien está
que en conversaciones previas e informales se trate de garantizar el apoyo,
pero es en el Parlamento, en el llamado debate de investidura donde el
candidato debe de exponer su programa y convencer a otras fuerzas políticas de
la idoneidad de sus propuestas. Pero no, el candidato se volvió a ocultar tras
el plasma como ya había realizado en otras ocasiones. Y es que, muy
probablemente, conocedor de la inminente redada que la policía iba a realizar,
en la que prácticamente ha quedado desarticulado el “comando Valencia”, uno de
los más activos en la corrupción política que tanto daño ha hecho, dejando casi
al descubierto las más que presuntas complicidades de su máxima representante,
Rita Barberá, hacía muy difícil que Mariano Rajoy acudiera al Congreso para
convertirse en un fácil “pim, pam, pum” de toda la oposición.
Si a ello
le añadimos el cable que le echó Pablo Iglesias haciendo un ofrecimiento de
apoyo y gobierno a Pedro Sánchez con un reparto de carteras ministeriales, la
decisión del personaje era más que necesaria. Pasando sus responsabilidades a
otro para que fracasara también en la investidura y ante sus propios electores.
Convirtiendo así al Partido Popular en el gran escollo para establecer un gobierno
que de estabilidad y confianza en esta época tan convulsa. Y en esa tarea
sigue.
El
historial del personaje no deja lugar a dudas.
Cuando se
anticipaba una crisis no le importó poner “palos en las ruedas” al entonces
gobierno de Rodríguez Zapatero. No a la reforma laboral, no al IVA, no a la
congelación de salarios públicos y pensiones, no a todo. Así, Cristóbal Montoro
le confesaba entonces a la diputada canaria Ana Oramas, “Que caiga España que
ya la levantaremos nosotros”. Toda una declaración de intenciones de lo que
estaban dispuestos a hacer con tal de gobernar y mandar. Los españoles y los
intereses generales, les traían “al pairo”
Durante
su gobierno, hizo todo lo contrario a lo que había prometido. Subió los
impuestos, acumuló una tasa histórica de desempleo y tuvo que ver como eran encausados
por graves delitos de corrupción muchas personas de su entorno a las que no hacía
mucho tiempo había prestado su apoyo y puesto como ejemplo: Bárcenas, Matas, Camps,
Fabra o Granados.
Hoy en la
carta del director de EL ESPAÑOL, Pedro J. Ramírez, “O llevarás luto por mí” se
hace un magnífico análisis de la situación, a la que acompaña una ilustración
de Javier Muñoz que no puede reflejar mejor lo que está aconteciendo y que me
permito la licencia de utilizar como imagen de este artículo.
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