Podemos, en rueda de prensa, anunciado su moción. |
Que hemos
vivido un período triste desde el punto de vista político y que aun lo seguimos
viviendo, no es ya ninguna novedad. La corrupción se ha extendido por España
como una mancha de aceite. Desde todas las esferas de poder, ya sean locales,
regionales o nacionales; el robo, la mordida o el cohecho, han sido prácticas habituales de muchos políticos que acudieron al
enriquecimiento fácil y cobarde a través del desempeño de sus cargos públicos.
Ministros como Jaume Mata, alcaldes como Jesús Sepúlveda o presidentes
regionales como Ignacio González, utilizaron todas las potestades que sus
puestos les proveían, para su propio beneficio. Recalificaciones,
adjudicaciones, compras o cualquier otro acto administrativo donde hubiese
dinero, les servía para distraer una parte del mismo y pasar a engrosar sus
cuentas corrientes en España o en el extranjero. Creando para ello entramados
empresariales que les permitían ocultar en un principio la verdadera
titularidad del botín.
Sería
inocente pensar que esto solo ha ocurrido ahora, es decir, en los últimos 15 o
20 años. La corrupción siempre ha existido. Lo que ha ocurrido ahora y
principalmente tras la introducción del euro, es que las cantidades sustraídas
son astronómicas. Multiplicar nuestra moneda por más de 166 tuvo un efecto
psicológico tremendo. Pasabas de hablar de 10 millones de pesetas a sesenta mil
euros, nada, una bagatela. Y la cosa fue creciendo y creciendo…de tal manera
que, el millón de euros era ya la mordida habitual, a poco que el cargo público
manejase o dispusiese de presupuestos que años atrás eran impensables.
Que la
corrupción no distingue de partidos políticos también es otra obviedad. Lo
importante es el poder, teniendo poder el resto era “coser y cantar”. Y así, el
Partido Popular, el PSOE o CiU, partidos de gobierno, bien nacional, autonómico
o local, han sido los que más han metido mano en la caja. El resto,
sencillamente no podían, no manejaban presupuestos ni tenían poder de decisión,
aunque algún caso aislado también ha habido.
Que
además la corrupción va ligada a la altura moral de la persona es también algo
simple y que el corrupto siempre encuentra justificada su acción por su “bajo
sueldo” y el “gran esfuerzo” que hace por el interés general es otra realidad.
Así con estos
ingredientes se convirtió la corrupción en España en un problema de Estado. Su
influencia sobre los precios, el empleo y la economía en general, ha sido
desgarradora.
¿Soluciones?
Bueno, la
moción de censura que plantea Podemos, no lo es, sino se corrigen antes otros
factores que eviten el dispendio de los caudales públicos. Además este partido
tuvo su oportunidad en 2015, tras las elecciones de diciembre, de haber
influido y colaborado en la formación de gobierno, pero prefirió seguir con la
vista puesta en una improbable ascensión de votos que tras juntarse con el
partido comunista se convirtió en una detracción de votos, que aún no ha
acabado. Ahora pretende nuevamente rentabilizar la corrupción a sus intereses, sin aportar medidas para corregirla.
Para mí
la solución pasa por conjugar varios verbos:
Retribuir, denunciar, instruir, juzgar y condenar. Todo ello
con la máxima celeridad posible sin dejar que pasen los años y los años, apelando
una complejidad inexistente. Con medios
suficientes y adecuados, no hay complejidad.
Es decir,
lo primero retribuir a los
cargos públicos con sueldos o salarios acorde a los tiempos que corren, y
similares a los que se dan en el sector privado. Un alcalde de una ciudad como
Madrid, no puede tener un sueldo de 90.000 €. La tentación es muy grande. Además
hay que atraer a los mejores para lo público, en ello nos va la prosperidad y
el bienestar como nación.
Que
funcionarios y ciudadanos estamos obligados a denunciar cuando veamos prácticas ilícitas, al igual que
policía, fiscales y jueces están obligados a dar curso e investigar las
denuncias, es algo básico para que la ejemplaridad y el orden sean los
referentes de nuestros cargos públicos. Instruir
aquellas denuncias con evidentes indicios de criminalidad, para juzgar y condenar a sus autores, con penas muy duras que incluyan la
desposesión de todo bien del condenado hasta que se restituya el total de lo robado.
No
podemos permitirnos que los denunciantes de corrupción sean las víctimas, que mandos policiales paren investigaciones, que fiscales
den órdenes contrarias a lo que dictan las leyes o que jueces archiven casos
cuyos indicios son evidentes. ¡Así No!
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