La
reciente declaración del “Muy Honorable” Jordi Pujol, presidente de la
Generalitat de Cataluña durante 23 años, ha conmocionado a la sociedad
española.
Ha sido
algo inaudito y solo entendible desde el deseo de disculpar a su familia y que
esta disfrute un dinero de difícil justificación y sospechoso origen.
Jordi Pujol, liderando el independentismo catalán |
Tanto su
edad, 84 años, como el absoluto convencimiento de que no le pasará nada en vida, le han
hecho dar un paso al frente y al mas puro estilo “Thatcheriano” ha dicho “he sido yo y punto”. Como si su acción
fuera una razón de Estado y su decisión consecuencia de la alta política. Nada
más lejos de la realidad. Es una chulería, sin más.
Con ello
justifica una inmensa fortuna y su depósito en paraísos fiscales. Algo que no
hace mucho tiempo negaba por activa y por pasiva, amenazando con querellarse
contra los periodistas del diario “El Mundo”, en un ejercicio de hipocresía
sublime.
En su
momento, se argumentó que todo obedecía a un ataque político contra la
pretendida soberanía o independencia catalana. Llegando a la paranoia en el
caso de la mediática Pilar Rahola que tachó de puro golpismo la noticia o
exclusiva del citado diario.
Nada de
lo que está ocurriendo en España, es improvisado. Todo obedece a un sofisticado
y elaborado guión, cuyo único fin es evitar que la justicia caiga sobre todos
los responsables de este expolio que se ha producido en los últimos años, que
nos ha llevado a acumular una deuda impresionante, a tener una tasa de paro insoportable,
a sufrir recortes en materias tan básicas y necesarias como la sanidad o la
educación y a poner en serias dificultades el sistema público de pensiones.
Casos
como el de Urdangarín, que ha propiciado la abdicación del anterior rey Juan Carlos
I, el de los ERES andaluces que ha llevado a la dimisión a su entonces
presidente Griñan. O el
caso Gürtel-Bárcenas que tiene hipotecado al gobierno de la nación y al partido
que la sustenta. O las recientes sentencias condenatorias que deben de llevar a
la cárcel a Matas y Fabra, en su momento ejemplos de buen gobierno, tal y como
nos proclamaba entonces nuestro flamante presidente Rajoy.
Todos
estos caso y alguno más, están también relacionados con este último episodio
protagonizado por Jordi Pujol i Soley, al que no le ha importado tirar por la
borda su honorabilidad y prestigio adquirido durante los difíciles años de la
transición. Por la pasta, todo por la pasta.
Pero la
sociedad española, no puede cerrar en falso hechos tan graves como los
ocurridos. La regeneración, entendida como un noble deseo de futuro, también
debe de ser implacable con todos estos sucesos que han llevado a situar a España
en el mundo como un Estado bananero, donde la ley y la justicia no son iguales
para todos. Y así, de esta ejemplaridad construir un verdadero Estado Social y
Democrático, como reza en nuestra Constitución de 1978.
Por España, todo por
España.
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