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En el año
1977, creo recordar fueron las primeras elecciones, voté a Adolfo Suárez (†). O
sea, a UCD. Aquel partido surgido desde el gobierno de 1976, que pilotó la transición y que años después
desaparecería tragado por “la ballena”, como diría “El arponero ingenuo”.
Este voto
mío se repitió, en las diversas elecciones siguientes, que a partir de 1982, fue para la nueva formación
liderada también por Suárez, el Centro Democrático y Social.
Ya en 1996,
por aquello del voto útil, mi voto fue para el Partido Popular, presidido
entonces por José María Aznar. Voto que repetí en el año 2000, tras una
legislatura interesante y dialogante. De aquel “Pujol enano habla castellano” a
"hablar catalán en la intimidad”.
En 2004, absolutamente
preocupado y decepcionado por una política arrogante y el desarrollo de una
economía suicida (*), voté por primera vez al PSOE de José Luis Rodríguez
Zapatero. Algo que repetí en 2008 y 2011, tras esa ruín campaña de acoso y derribo
emprendida por el Partido Popular de Mariano Rajoy. Algo que me indignó de tal
manera, ya que sabiendo que la crisis no solo era doméstica e incubada por
ellos entre 1999 y 2004, lejos de apoyar y buscar soluciones junto al gobierno,
utilizaron todas las mentiras posibles, para inculpar al PSOE de lo que iba a
ocurrir y desgraciadamente ocurrió.
Todo eran
“palos en las ruedas”. No a la Reforma Laboral. No al incremento
del IVA. No a la congelación de las pensiones o sueldos públicos. No a la venta
de empresas públicas (AENA o Loterías). No a todo. Los españoles no les
importaban. Solo les importaba tomar el poder como fuera y fue. Tuvo tal
descalabro el PSOE, que mostró que el mensaje había calado en la sociedad. Zapatero
tenía la culpa de todo.
Pero como
las mentiras tienen “las patas muy cortas”, en el momento de tener
responsabilidades de gobierno, se vieron abocados a defender lo que antes
negaban: Reforma laboral más dura, subida del IVA más drástica, deducción de
pagas a funcionarios, bajada real de pensiones, recortes en Sanidad y Educación, intento de venta de empresas públicas,
etc. Sin que hasta la fecha se haya visto un verdadero dato de mejora, más bien lo contrario.
De buena
gana me quedaría en casa. O incluso votaría a uno de los múltiples partidos que
han surgido ante la situación creada. Pero en pro de un voto útil, como en 1996, mi voto será en esta
ocasión para el Partido Socialista Obrero Español.
Que a decir verdad,
ha aportado a nuestra sociedad desde 1977, un gran avance en modernidad y
progreso. No olvidemos que ha gobernado 21 años, frente a poco más de 10 del Partido Popular.
Y que echando la vista atrás, tras aquella mayoría abrumadora que tuvo en
1982, se apartó de sus ideas marxistas, nos integró en la CEE, en la OTAN y en definitiva, en la llamada economía de
mercado, que tampoco es ese ultraliberalismo que nos amenaza ahora.
(*) No soy adivino, pero
mi afición por los números, me mostraban
una multitud de datos, que no podían traer nada bueno. Como así ocurrió. Una
economía muy boyante, basada en la especulación inmobiliaria, en grandes
inversiones de infraestructura civil, que tampoco se traducía en una mejora
salarial de los profesionales del sector.
Todo muy raro o todo muy
pactado.
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