Con esto no quiero decir que hayan venido o vengan engañados. Muchos inmigrantes necesitan pocos alicientes para dejar su tierra en búsqueda de una mejor vida. Algo que en sus países de origen no encuentran.
El engaño se produce cuando se les contrata, con salarios a la baja, que a su vez producen un efecto similar en sueldos ya establecidos.
Durante
la burbuja económica, 1999 a
2008, nuestra economía basada en la construcción y en el crédito fácil, requería
de una cantidad ingente de mano de obra, barata y sumisa, cuya mejor fuente de
aprovisionamiento era la procedente de países llamados del tercer mundo. Muchos
españoles de naturaleza, rechazaban empleos en el sector servicios. Hasta la
prostitución se tiñó de personas extranjeras, desapareciendo las de origen
español. ¡Que mejor ejemplo!
Nuestra
población activa a finales de 2001 era algo superior a 18 millones. A finales
de 2011, superaba los 23 millones. Así, el número de residentes extranjeros pasó
de 1,11 millones a 5,25 millones. Un crecimiento del 373,49%, según el INE.
Así que
esos mismos empresarios que los trajeron, después los dejaron tirados, una vez
que con ellos habían obtenido el beneficio previsto.
Y ese ha sido el problema y no otro. ¿Responsables? Ninguno, como suele ser habitual, en esta España nuestra.
Un aspecto que muchos conocimos y pocos reconocen. Como dice el evangelio Lucas 16 “(…) la riqueza de maldad.
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