Así es,
tras estos casi tres años de gobierno del Partido Popular, no hay parangón posible
con otra época reciente, que no sea la década de los años 30 del pasado siglo
XX.
Con un
aparente fuerte gobierno, secundado por una mayoría absoluta, hemos asistido a
un desprestigio de las instituciones que no augura nada bueno.
El mapa
político español está desecho. De ahí la surgencia de Podemos, un partido de
reciente creación que ante la sorpresa de propios y extraños se ha aupado a los
primeros puestos de la preferencia electoral de los españoles.
Con la
dimisión del rey Juan Carlos, se pretendió dar un nuevo impulso a la institución
monárquica, pero hasta la fecha no se ve nada en el horizonte que anticipe una
mejora o una esperanza. El sucesor, Felipe VI, lejos de protagonizar de acuerdo
con sus atribuciones constitucionales, algún tipo de gesto que permitiera ver
esa señal de cambio, de momento su perfil es más bien tibio.
Para mi
la solución sería que el propio Partido Popular, salvo que se quiera
autodestruir, sustituyese al actual presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y
emplease este tiempo que queda en lanzar mensajes claros y contundentes para la
regeneración política.
Algo que
debiera de pasar por:
1º) Un plebiscito
del sistema de Estado, que diera soporte democrático al actual rey Felipe
VI.
2º) Una reforma
del sistema electoral, donde los representantes sean elegidos de forma
nominal y creando una circunscripción única a nivel nacional en el caso de
elecciones generales.
3º) Reforma
del Senado, dotándole de una representación de los distintos territorios
históricos, donde se diluciden y acuerden las necesidades y los intereses de
los mismos.
4º) Eliminación
por tanto de los parlamentos autonómicos, que tendrían en el Senado su foro
de debate y participación.
5º) Unas
elecciones locales, autonómicas y nacionales, donde se elijan de modo directo a los alcaldes y
presidentes.
6º) La desaparición
“sine qua non” del Ministerio de Justicia, transfiriendo todas sus
competencias al Consejo General del Poder Judicial, dejando todo el sistema
judicial en manos de los profesionales de la justicia, promoviendo la elección
de sus cargos de forma interina.
7º) Modificación
del Código Penal, agravando las penas para los delitos de corrupción:
cohecho, prevaricación, malversación de caudales públicos, etc. condicionando
las penas a la devolución del importe sustraído y siendo agravante en su máxima
acepción no hacerlo.
8º) Reforma
de la Función Pública, estructurando la misma a las necesidades reales del
país y acabando con todos los métodos de incorporación que no sean una oposición
libre y transparente.
9º) Eliminación
de todo asesor público que no pertenezca a la Administración General del
Estado o sus símiles autonómicos y locales.
10º) Una comisión
parlamentaria representativa de todos los ciudadanos deberá aprobar el déficit público y el nivel de deuda pública, al
menos dos veces al año, coincidiendo con los semestres naturales.
Yo creo
que con estas medidas, alejamos el peligro de desestabilización o involución. No
podemos repetir nuestra historia mala.
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