sábado, 5 de marzo de 2022

60 años después: "Crónica de una guerra anunciada"

A mediados de octubre de 1962 los Estados Unidos de América descubrieron en Cuba unas rampas de lanzamiento de misiles nucleares soviéticos. El objeto era disuadir a los EE.UU. de cualquier intento de invadir Cuba.

Cuba, entonces, acababa de hacer la revolución y derrocado la dictadura de Fulgencio Batista (1901-1973). El gobierno revolucionario presidido por Fidel Castro (1926-2016) instauró un régimen marxista-leninista, encontrando su gran aliado en la Unión Soviética. Cuestión esta que alertó aun más, si cabe, a los EE.UU., ya que Cuba se convertía así en la primera nación comunista del continente americano, a escasos 500 km. de Miami (EE.UU.).

Anteriormente, en 1961 con Dwight Eisenhower como presidente de EE.UU., se habían roto relaciones con Cuba.

Descubiertas las plataformas de misiles, siendo presidente John Kennedy, se estableció un bloqueo naval alrededor de las islas para impedir el acceso de barcos soviéticos, algo que no gustó al entonces presidente de la URSS, Nikita Jrushchov (1894-1971) que lo consideraba una agresión. Tras alguna escaramuza y ante la perspectiva de que se iniciase una nueva guerra, las negociaciones diplomáticas tuvieron éxito y a finales de octubre se llegó al acuerdo de retirar las rampas de lanzamiento de Cuba, mientras que los EE.UU. harían lo propio con las bases de la OTAN en Turquía y se comprometían a no apoyar una invasión de Cuba.

Fueron dos largas semanas que tuvieron al mundo en jaque ante la eventualidad de una guerra, ya con armas nucleares, pocos años después de finalizar la segunda guerra mundial (1939-1945).

Hoy en el mundo vivimos una situación parecida y más crítica. Rusia, presidida por Vladimir Putin (1952- ), invadió Ucrania el pasado día 24 de febrero. Putin advirtió que cualquier intento por parte de la OTAN de intervenir en el conflicto sería respondido con todo su poderío militar y que no habría ganadores. Un conflicto que tiene su origen muchos años atrás, tras lo que se conoció como el fin de la “guerra fría”, tras el desmembramiento de la URSS en 1990.

Desde entonces la OTAN no ha dejado de expandirse, incorporando países del antiguo Pacto de Varsovia, antagonista de la OTAN, hasta situarse en las fronteras de la hoy Federación de Rusia.

Ya en 2014 hubo una situación parecida a la que hoy vivimos, con la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia, así como el apoyo a las regiones de Donetsk y Lugansk, al este de Ucrania. Otra crisis que no cerró bien.

Así pues, el abandono de la negociación diplomática y esta nueva invasión por parte de Rusia, que si bien es cierto se ha sentido ninguneada por EE.UU. y Europa al no atender sus reclamaciones, han puesto nuevamente al mundo en jaque ante la posibilidad de un conflicto cuyas consecuencias pueden ser tremendas y devastadoras. Un verdadero Apocalipsis, diría yo.

Hoy Putin ha perdido toda la razón que podía tener al invadir Ucrania y abandonar las negociaciones. Convirtiéndose así en un criminal de guerra.

Vivimos tiempos difíciles, con políticos de bajo perfil; Joe Biden (EE.UU.), Emmanuel Macron (Francia), Boris Jhonson (U.K.) u Olaf Scholz (Alemania), que no han sabido o no han querido atender unas, entonces, reclamaciones justas y razonables.

Ahora cualquier solución que llegue, si llega, sería tras numerosas víctimas y daños innecesarios, que se podían haber evitado. Algo que los citados llevarán en su debe para La Historia.

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