A mediados de octubre
de 1962 los Estados Unidos de América descubrieron en Cuba unas rampas de
lanzamiento de misiles nucleares soviéticos. El objeto era disuadir a los
EE.UU. de cualquier intento de invadir Cuba.
Cuba, entonces, acababa
de hacer la revolución y derrocado la dictadura de Fulgencio Batista (1901-1973). El gobierno revolucionario presidido
por Fidel Castro (1926-2016)
instauró un régimen marxista-leninista, encontrando su gran aliado en la Unión
Soviética. Cuestión esta que alertó aun más, si cabe, a los EE.UU., ya que Cuba
se convertía así en la primera nación comunista del continente americano, a
escasos
Anteriormente, en 1961
con Dwight Eisenhower como presidente
de EE.UU., se habían roto relaciones con Cuba.
Descubiertas las
plataformas de misiles, siendo presidente John
Kennedy, se estableció un bloqueo naval alrededor de las islas para impedir
el acceso de barcos soviéticos, algo que no gustó al entonces presidente de la
URSS, Nikita Jrushchov (1894-1971)
que lo consideraba una agresión. Tras alguna escaramuza y ante la perspectiva
de que se iniciase una nueva guerra, las negociaciones diplomáticas tuvieron
éxito y a finales de octubre se llegó al acuerdo de retirar las rampas de
lanzamiento de Cuba, mientras que los EE.UU. harían lo propio con las bases de
la OTAN en Turquía y se comprometían a no apoyar una invasión de Cuba.
Fueron dos largas
semanas que tuvieron al mundo en jaque ante la eventualidad de una guerra, ya
con armas nucleares, pocos años después de finalizar la segunda guerra mundial
(1939-1945).
Hoy en el mundo vivimos
una situación parecida y más crítica. Rusia, presidida por Vladimir Putin (1952- ), invadió Ucrania el pasado día 24 de
febrero. Putin advirtió que cualquier intento por parte de la OTAN de
intervenir en el conflicto sería respondido con todo su poderío militar y que
no habría ganadores. Un conflicto que tiene su origen muchos años atrás, tras
lo que se conoció como el fin de la “guerra fría”, tras el desmembramiento de
la URSS en 1990.
Desde entonces la OTAN
no ha dejado de expandirse, incorporando países del antiguo Pacto de Varsovia,
antagonista de la OTAN, hasta situarse en las fronteras de la hoy Federación de
Rusia.
Ya en 2014 hubo una situación
parecida a la que hoy vivimos, con la anexión de la península de Crimea por
parte de Rusia, así como el apoyo a las regiones de Donetsk y Lugansk, al este
de Ucrania. Otra crisis que no cerró bien.
Así pues, el abandono
de la negociación diplomática y esta nueva invasión por parte de Rusia, que si
bien es cierto se ha sentido ninguneada por EE.UU. y Europa al no atender sus
reclamaciones, han puesto nuevamente al mundo en jaque ante la posibilidad de
un conflicto cuyas consecuencias pueden ser tremendas y devastadoras. Un
verdadero Apocalipsis, diría yo.
Hoy Putin ha perdido toda la razón que
podía tener al invadir Ucrania y abandonar las negociaciones. Convirtiéndose
así en un criminal de guerra.
Vivimos tiempos
difíciles, con políticos de bajo perfil; Joe
Biden (EE.UU.), Emmanuel Macron (Francia),
Boris Jhonson (U.K.) u Olaf Scholz (Alemania), que no han
sabido o no han querido atender unas, entonces, reclamaciones justas y razonables.
Ahora cualquier
solución que llegue, si llega, sería tras numerosas víctimas y daños
innecesarios, que se podían haber evitado. Algo que los citados llevarán en su
debe para La Historia.
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