Ya
tenemos otra vez a nuestro presidente en funciones acusando a los demás. En esta ocasión a Pedro Sánchez y
Albert Rivera de no tener sentido de Estado. Claro que para él todo pasa por
que le apoyen en una sesión de investidura que cada vez se ve más complicada.
Cuando en
2008 arreció la crisis internacional, su actitud fue de desestabilización del
gobierno, de acusar a Zapatero de ser el único responsable de lo que estaba
ocurriendo, de boicotear todas las medidas que se trataban de implementar para
paliar la crisis con el único objetivo de derrocar al gobierno del PSOE. Poco le importaba el crecimiento del desempleo, los desahucios y la
recesión cada vez más acusada. Prometía lo que años después vimos como incumplió
sin el más mínimo sonrojo. Fue la legislatura de las trolas, 2011-2015. El
desempleo creció hasta límites nunca vistos, la deuda pública igual, el déficit
público se incumplió sistemáticamente, se vació la caja de las pensiones, se
alentó el animo independentista y se dio alas para un resurgir del partido
comunista que milagrosamente no triunfó el pasado día 26 de junio.
Tras las
elecciones del 20 de diciembre, con 123 diputados, fue también incapaz de
apoyar el llamado pacto del abrazo, entre Rivera y Sánchez, que sumaba 130
diputados, declinando previamente el mandato del rey para tratar de formar
gobierno: una deserción en toda regla. Y ahora apela al sentido de Estado, sin
ni siquiera contemplar la posibilidad de que otro candidato de su partido le
suceda. Algo que sin duda facilitaría mucho las cosas, incluso teniendo que ir
a unas terceras-y vergonzosas-elecciones.
Estamos
ante un hombre cuya vanidad y arrogancia le impiden tener claridad de
pensamiento. Se arroga a su persona los votos de su partido, obviando que otro
candidato o candidata hubiesen sacado a buen seguro muchos más votos. Dirige el
partido con mano férrea, cualquier disidencia es cortada de raíz. Impide la
convocatoria de un congreso que ya tenía que haberse producido. Tiene miedo a
la democracia. A la libre expresión. Ha llevado a su partido a ser imputado por
prácticas poco ortodoxas. Ha visto como en los últimos años figuras destacadas
de su partido han sido detenidas, puestas a disposición judicial y
encarceladas, sin que de sus labios haya salido el más mínimo sentimiento de
responsabilidad. Todo es ajeno a él. Desde Bárcenas hasta Fernández Díaz,
pasando por Fabra, Barberá, Granados, Matas, Soria o Rato.
Todo un
currículo que la historia no dejará de poner en el lugar que se merece: el
presidente más nefasto de nuestra reciente historia de España, cuyo sentido de
Estado no es que no lo tenga, es que no sabe lo que es.
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