viernes, 21 de agosto de 2015

Rallo y el salario mínimo


Otra de las obsesiones neoliberales que abandera el admirado profesor Juan Rallo, es la desaparición del salario mínimo interprofesional. Su máxima argumentación es que genera desempleo. “Un axioma rallista”.

Veamos:Las primeras referencias que tenemos en España, en cuanto a mínimos salariales datan de octubre de 1956, pero es a partir de enero de 1963 cuando se establece el salario mínimo interprofesional, como medida o instrumento principal de la política de contención salarial, sirviendo además de guía en las negociaciones laborales, de referencia a trabajadores no suscritos a convenio alguno, así como para el establecimiento de diversas prestaciones y otros beneficios sociales.
 

La comparación entre países, dadas las diferencias del poder adquisitivo en unos y otros aunque compartan la misma moneda, no es un ejercicio muy ilustrativo.


GRÁFICO EUROSTAT: Salario mínimo
Así podemos ver como España ocupa el puesto  11 de 28 países, entre los que se cuenta también con EE.UU., Turquía y otros, en cuanto a la cuantía absoluta del SMI.  Son datos de enero de este año 2015, según Eurostat. En Europa, 22 de los 28 países de la U.E. tienen salario mínimo o parámetro de referencia similar.



GRÁFICO EUROSTAT: Salario mínimo en proporción del salario medio
Si ahora los ordenamos en cuanto a la proporción que representa sobre el salario medio, España ocupa el puesto 22 de 24. Una información más realista de nuestra situación. O sea, estamos en el furgón de cola de nuestro entorno. Como también estamos en el desempleo, por lo que el Sr. Rallo, aprovecha para relacionar ambas cuestiones, calificando el SMI de “generador de paro indigno”. Nada más lejos de la realidad, si ahora cotejamos los salarios mínimos con la tasa de paro de algunos de los países ya mencionados.



Como vemos, la relación desempleo-SMI es inexistente. En España, de otros países no puedo hablar, el desempleo de carácter estructural que tenemos obedece a los siguientes factores:

1.     Nuestra estructura económica, fundamentalmente de servicios y poco competitiva en el resto de sectores, lo que nos tiene a la cola de la I+D+i, es decir, de la creación de valor futuro y del crecimiento sostenido.

2.     Un aumento importante de la población activa durante los años de la burbuja, atrayendo mano de obra extranjera, que una vez pinchado el ´boom´ afectó notablemente al alza la tasa de desempleo.

3.     Una fuerte economía sumergida, de la que depende una importante parte de la población, fundamentalmente autónomos y pequeñas empresas, y que fuentes acreditadas cuantifican entre el 22%-25% de nuestro PIB.

4.     Una deficiente, obsoleta visión y estrategia empresarial en cuanto a los RR.HH. que no los ven como el principal valor de una empresa, por mucho que lo digan en conferencias o simposios de gestión de RR.HH.

5.     Una política de endeudamiento irracional, que tiene a muchas empresas de nuestro país con un nivel de deuda insoportable, que obliga a restar recursos monetarios de otros factores, del trabajo principalmente, para disminuir el coste financiero y así poder mejorar el beneficio.

6.     Una reforma laboral que además de realizar un fuerte contención salarial ha precarizado el empleo hasta límites insospechados, desmotivando al trabajador, desvinculándole del éxito empresarial que se consigue con la suma de todos. Olvidando que sin el factor trabajo, los objetivos y otros factores no valen.

7.     Una política de RR.HH. proteccionista, que prima la incorporación de familiares y allegados en perjuicio de otros candidatos, probablemente, más idóneos. Y en ocasiones, incluso, creando puestos innecesarios.

8.     Unas brechas salariales entre los ejecutivos, cuadros medios y empleados base, que no tienen un soporte lógico ni racional.

9.     Una obsesión permanente en incrementar las ventas y los beneficios de un año a otro, aunque no existan cambios en ninguno de los factores que intervienen, que sustenten dicho incremento.

10. Descompensación o desequilibrio, cada vez más notable, entre lo que demanda el mercado laboral y la formación que se imparte en centros de formación profesional y universidades, así como con el número de titulados o expertos que realmente se necesitan en los distintos sectores económicos.


Factores, unos relacionados con otros, que condicionan la competitividad, la productividad y la excelencia buscada, retroalimentando la percepción negativa de nuestro mercado laboral y en consecuencia de nuestra capacidad económica y productiva.

Y son, curiosamente, los países con un SMI más bajo;  España, Grecia y Portugal, los que acumulan mayor tasa de desempleo, si exceptuamos Malta, cuya relación SMI/SMB es de las más altas (7º de 24).


Y es que en España, con estos visionarios e iluminados que nos ha tocado sufrir, copiamos lo peor y obviamos lo mejor

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