Otra de las
obsesiones neoliberales que abandera el admirado profesor Juan Rallo, es la
desaparición del salario mínimo interprofesional. Su máxima argumentación es
que genera desempleo. “Un axioma rallista”.
Veamos:Las primeras
referencias que tenemos en España, en cuanto a mínimos salariales datan de
octubre de 1956, pero es a partir de enero de 1963 cuando se establece el
salario mínimo interprofesional, como medida o instrumento principal de la
política de contención salarial, sirviendo además de guía en las negociaciones
laborales, de referencia a trabajadores no suscritos a convenio alguno, así
como para el establecimiento de diversas prestaciones y otros beneficios
sociales.
La
comparación entre países, dadas las diferencias del poder adquisitivo en unos y
otros aunque compartan la misma moneda, no es un ejercicio muy ilustrativo.
GRÁFICO EUROSTAT: Salario mínimo
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Así podemos
ver como España ocupa el puesto 11 de 28
países, entre los que se cuenta también con EE.UU., Turquía y otros, en cuanto
a la cuantía absoluta del SMI. Son datos
de enero de este año 2015, según Eurostat. En Europa, 22 de los 28 países de la
U.E. tienen salario mínimo o parámetro de referencia similar.
GRÁFICO EUROSTAT: Salario mínimo
en proporción del salario medio
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Si ahora los
ordenamos en cuanto a la proporción que representa sobre el salario medio,
España ocupa el puesto 22 de 24. Una información más realista de nuestra
situación. O sea, estamos en el furgón de cola de nuestro entorno. Como también
estamos en el desempleo, por lo que el Sr. Rallo, aprovecha para relacionar
ambas cuestiones, calificando el SMI de “generador de paro indigno”. Nada más
lejos de la realidad, si ahora cotejamos los salarios mínimos con la tasa de
paro de algunos de los países ya mencionados.
Como vemos,
la relación desempleo-SMI es inexistente. En España, de otros
países no puedo hablar, el desempleo de carácter estructural que tenemos
obedece a los siguientes factores:
1.
Nuestra
estructura económica, fundamentalmente de servicios y poco competitiva en el
resto de sectores, lo que nos tiene a la cola de la I+D+i, es decir, de la
creación de valor futuro y del crecimiento sostenido.
2.
Un
aumento importante de la población activa durante los años de la burbuja,
atrayendo mano de obra extranjera, que una vez pinchado el ´boom´ afectó
notablemente al alza la tasa de desempleo.
3.
Una
fuerte economía sumergida, de la que depende una importante parte de la
población, fundamentalmente autónomos y pequeñas empresas, y que fuentes
acreditadas cuantifican entre el 22%-25% de nuestro PIB.
4.
Una
deficiente, obsoleta visión y estrategia empresarial en cuanto a los RR.HH. que
no los ven como el principal valor de una empresa, por mucho que lo digan en
conferencias o simposios de gestión de RR.HH.
5.
Una política de
endeudamiento irracional, que tiene a muchas empresas de nuestro país con un
nivel de deuda insoportable, que obliga a restar recursos monetarios de otros
factores, del trabajo principalmente, para disminuir el coste financiero y así
poder mejorar el beneficio.
6.
Una reforma
laboral que además de realizar un fuerte contención salarial ha precarizado el
empleo hasta límites insospechados, desmotivando al trabajador, desvinculándole
del éxito empresarial que se consigue con la suma de todos. Olvidando que sin
el factor trabajo, los objetivos y otros factores no valen.
7.
Una política de
RR.HH. proteccionista, que prima la incorporación de familiares y allegados en
perjuicio de otros candidatos, probablemente, más idóneos. Y en ocasiones,
incluso, creando puestos innecesarios.
8.
Unas brechas
salariales entre los ejecutivos, cuadros medios y empleados base, que no tienen
un soporte lógico ni racional.
9.
Una obsesión
permanente en incrementar las ventas y los beneficios de un año a otro, aunque
no existan cambios en ninguno de los factores que intervienen, que sustenten
dicho incremento.
10. Descompensación o
desequilibrio, cada vez más notable, entre lo que demanda el mercado laboral y
la formación que se imparte en centros de formación profesional y
universidades, así como con el número de titulados o expertos que realmente se
necesitan en los distintos sectores económicos.
Factores,
unos relacionados con otros, que condicionan la competitividad, la
productividad y la excelencia buscada, retroalimentando la percepción negativa
de nuestro mercado laboral y en consecuencia de nuestra
capacidad económica y productiva.
Y
son, curiosamente, los países con un SMI más bajo; España, Grecia y Portugal, los que acumulan
mayor tasa de desempleo, si exceptuamos Malta, cuya relación SMI/SMB es de las
más altas (7º de 24).
Y
es que en España, con estos visionarios e iluminados que nos ha tocado sufrir,
copiamos lo peor y obviamos lo mejor
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