domingo, 29 de abril de 2012

El euro o "la casa por el tejado"

Eso es lo que ha ocurrido en Europa, crisis aparte. De aquel originario Mercado Común del Carbón y del Acero (1951),  cuyo objetivo económico era establecer un mercado común, es decir suprimir aranceles, subvenciones nacionales o medidas discriminatorias, para asegurar así la libre competencia en este sector, obtener precios más baratos y un abastecimiento sin interrupción, hasta el tratado de Maastricht (1992) verdadero embrión de la Unión Monetaria, los pasos dados no llevan al objetivo de arrastrar a los países a una unión económica y política irreversible.
Así en 1955 los ministros de Asuntos Exteriores y de Economía de los países de la CECA deciden ampliar el acuerdo a toda la economía, dando lugar al Tratado de Roma (1957). Las negociaciones se inician en Bruselas en 1956. El resultado fue la puesta en común de los mercados y los recursos, y el equilibrio global de la economía. Pero no se suprimen las aduanas. Se tiende a la armonización social de las condiciones de trabajo. El Tratado de Roma no crea una zona de libre cambio, sino una unión aduanera. El Mercado Común Europeo (CEE, Comunidad Económica Europea) pronto se revela como la mejor asociación de países para permitir el desarrollo económico, y todas las naciones quieren formar parte de él.
Así, tras diversos avatares, llegamos en 2002 a la puesta en marcha de la Unión Monetaria y su moneda el Euro. Los países que lo adoptan, con diferentes políticas económicas y fiscales, consecuentemente heterogéneos, con desiguales crecimientos, modelos presupuestarios e impositivos redunda en un desequilibrio de la moneda de referencia, que se hace evidente y más acusado al aparecer una crisis internacional de carácter financiero que acaba por transformarse en una crisis de deuda que muestra sin pudor la vulnerabilidad de una moneda común a diversos países de diferente idiosincrasia, que carecen de una verdadera autoridad colectiva.
Ahora pues, la solución pasa por crear de verdad una armonización fiscal, presupuestaria, económica y política para todos los países integrantes, con la posibilidad de que se descuelguen de forma no traumática, aquellos que por diversas razones ni deben ni pueden estar en un proyecto de tal envergadura y naturaleza. O sea, hay que hacer los cimientos con la estructura ya ejecutada, para impedir que esta se hunda. Un trabajo de especialistas, no de aficionados.

5 comentarios:

  1. No ha fallado el euro y los intereses bajos, han fallado los políticos y su alta codicia.

    Europeista empedernida.

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  2. Pues no veo yo profesionales a la vista. Bueno, si los veo, del trinque, de la malversación, de la subvención by the face, del expolio... Pero esos no sirven ¿verdad?...


    Saludos Orwellianos

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    1. La verdad es que no. Estamos viviendo momentos históricos, donde el sitema que conocíamos y había dado pasos hacia una sociedad más equitativa ahora retrocede, como arrepentido, no sé si a una nueva forma de feudalismo o algo parecido. No puede ser que lo que hasta ahora parecía si no correcto sí admisible, de repente se derrumbe de una forma tan estrepitosa. ¿a qué obedecerá tal cambio de rumbo?.
      Un abrazo

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  3. Señor Esmit: Me gusta leer algunas de sus reflexiones. Atiendo como Ud. sorprendido, estupefacto a un nuevo orden social. Me lanzo una pregunta, la democracia tiene sentido cuando los poderes estan separados, entonces ejecutivo, legislativo y judicial estan al servicio del pueblo. Si el "poder" no permite el desarrollo sostenible, la prosperidad, y facilita las vidas de los "sometidos", ¿Para que sirve entoces?. Saludos.

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    1. Gracias amigo anónimo, por tu comentario y por tu gentileza. Respecto a lo que te preguntas, yo también lo hago. Y solo encuentro una respuesta: el entrelazado de intereses de unos y otros, contamina esta llamada democracia y la convierte en un poder único que gobierna, legisla y juzga, salvo en muy contadas y sonoras excepciones. Un cordial saludo

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