miércoles, 10 de abril de 2013

Los cuellos de botella

El presidente ha explicado hoy en la sesión de control al Gobierno que las medidas a implementar tendrán como objetivos principales aumentar la competitividad y flexibilidad de la economía, y eliminar "cuellos de botella" al crecimiento de los sectores productivos. 

Estas palabras hoy del presidente del gobierno, me han traído a la mente el contenido de dos libros que leí hace tiempo, “La Meta” y “Cadena crítica”, ambos de Eliyahu M. Goldratt. En el primero, de lectura amena, se explica sobremanera en que consiste un “cuello de botella” dentro de un sistema productivo y la forma de corregirlo. En el segundo, “Cadena crítica”, se hace más énfasis en los recursos óptimos que son los que marcarán los tiempos y los niveles de producción adecuados. O sea en sacarle el máximo rendimiento al proceso, para que todo el sistema funcione y no se resientan otras actividades. Estableciendo así el proceso de “camino crítico”.

Entonces lo primero que hay que determinar es cuales son nuestros “cuellos de botella”, para poder determinar cuál es "el camino crítico" y por tanto la solución. Algo que me hubiera gustado oír de labios del presidente, enumerando todos y cada uno de ellos. Pero yo al menos no lo he oído.

¿Es ineficiente ´per se´ nuestra industria del automóvil o nuestro sector bancario, o la industria de la construcción o la textil o la metalúrgica? Yo diría que no. Ahí están ocupando puestos relevantes dentro de las economías occidentales y prestando sus servicios o vendiendo sus productos en otras partes del planeta. Aunque de todas maneras, en el mundo empresarial sólo subsiste la eficiencia, porque más pronto que tarde la ineficiencia se paga. No así en el mundo de la política, donde el todo vale, la grandilocuencia, el oportunismo y la caradura, mantienen a algunos o algunas, para pesar de muchos y muchas.

Entonces es nuestra economía agregada la que es ineficiente. La suma de muchas microeconomías eficientes, paradójicamente, da un resultado ineficiente. ¿Y cómo es eso? A mí no se me ocurre más que:

1.     Una estructura económica desestructurada, con un gran peso del sector servicios, que requiere de una economía dinámica y creciente para retroalimentarse.
2.     Una política fiscal muy deficiente, con un sistema impositivo alto, desequilibrado, desincentivador, con un cuerpo legislativo muy amplio, con muchas “ventanas” que permiten a los más avezados evitar impuestos, sin una persecución contundente del fraude.
3.     Una política de regulación financiera muy deficiente, que ha permitido el endeudamiento irracional de las empresas en la búsqueda de tamaño crítico, detrayendo riqueza en el valor añadido en beneficio del sistema financiero.
4.     Una política laboral muy deficiente. De la rigidez laboral de 1960, no se puede pasar a la flexibilidad absoluta, despreciando que el trabajo es la única fuente de riqueza y por ello se debe de motivar. Trabajar por necesidad perentoria, es volver a la esclavitud. Si no se ofrecen ilusiones y metas, ¿que se puede esperar?
5.     Una política de I+D+i, nefasta. ¡Que inventen ellos! Es el lema. Este es un problema más cultural que político. La I+D+i se utiliza en España, bajo mi punto de vista, más como un incentivo fiscal que como una fuente de progreso. Somos impacientes.
6.     Y ya por último, seguir sin ver una estructura política muy cara, con grandes dosis de corrupción y nepotismo, clasista y mediocre, es no querer ver cuales son realmente los cuellos de botellas. 

¿Por qué nuestro  Alex Rogo no busca y pregunta a su Jonah, cuáles son realmente los cuellos de botella en la empresa España?

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