No
acabo de entender la campaña antivacunación. Es cierto que todo lo referente a
la COVID, viene con un halo de misterio; su origen real, su propagación, sus rápidas mutaciones, su inicial virulencia con los mayores, la rapidez en preparar una
vacuna, etc. etc.
Pero
claro, de ahí a pensar en una conspiración globalista para adueñarse de
nuestras voluntades y crear un nuevo orden donde el ser humano quede relegado a
mero participe de los deseos de los conspiradores, hay un gran abismo.
No
creo que hoy sea necesario introducirnos ningún chip para controlar nuestros
movimientos, nuestro modo de vida, nuestra salud, nuestros gustos, nuestras fobias, nuestros
amigos y familiares, etc., etc.
Cuando
se empezó a desarrollar esta era de la tecnología, información y comunicación,
a mediados de los años 80 del siglo pasado, los ordenadores y sus programas no
interferían para nada en tu intimidad. Hoy ya no es así. Cualquier ordenador
con Windows es monitorizado por Microsoft, en aras a tu seguridad, y de vez en
cuando te pide confirmes tu contraseña, tu correo, tu PIN e incluso que confirmes
la clave enviada a la App “Authenticator” que tienes en tu móvil. De no hacerlo
así o no hacerlo bien, dependerá que puedas iniciar o no tu ordenador.
Con la
aparición de los “smartphone”, a mediados de la década del 2000, que fueron
supliendo poco a poco a los obsoletos teléfonos móviles que solo servían para
hablar por ellos, la intimidad fue asaltada, progresiva y rápidamente. Todas
las App´s que utilizas actualmente te rastrean, o te piden acceso a tus fotos y
contactos, te introducen ´cookies´ para conocer tus intereses, con la disculpa
de que si no es así no funcionan. También los bancos, por ejemplo, te ordenan
los gastos mensuales, tus ingresos, te dicen si has gastado más o menos… o sea que
entre unos y otros hoy en día saben de uno más que uno mismo, ya que la memoria
humana no tiene la capacidad que la memoria informática o la nube.
Lo de los datos ya es algo superado y somos conscientes, o debemos de
serlo, desde hace años.
El
gran problema vendría el día que nos quedásemos sin energía eléctrica. Ese día
se pararía todo.
Así que,
volviendo al inicio. El argumento principal de los antivacunas, con un perfil
político más de derechas que de izquierdas, no tiene mucho sentido. Ello con
independencia de que con los resultados conocidos sí parece que su eficacia es
contrastable. Y muy posiblemente ha reducido en gran número de personas la gravedad de la
enfermedad asociada y sus consecuencias (ver cuadro).
Yo, en
todo caso, asociaría más todo lo que está ocurriendo en los últimos años al
anticristo, la pérdida de la Fe y la soberbia.
Caminamos hacia un mundo deshumanizado, más pendiente de cosas
banales que de cosas sustanciales. Es así.
Las paranoias conspiranoicas, son respuestas a cuestiones que la gente se hace para explicarse el “excesivo interés” en pinchar a todos obligatoriamente, y más cuando los hechos demuestran que no inmuniza ni impide la transmisión de los propios pinchados.
ResponderEliminarY no somos antivacunas, somos anti esta tiranía en obligar a todos a ponerse un medicamento aprobado como de emergencia con muchos efectos perniciosos, ya conocidos, y otros por conocer.
Nuestro perfil es transversal, cierto que no predominan los tragacionistas sectarios que obedecen consignas partidarias y partidistas que se dicen en el espectro político de la izquierda, pero debo recordarle amigo mío, que personajes como Feijoo, Stigmamm, Moreno y Revilla se les supone en la derecha.
Un cordial saludo desde la disidencia en el tema.
Ávalon