No
lo digo yo, no. Lo dicen los números. Es un negocio donde las 6 mayores
empresas de España, internacionalizadas, que ocupan también un lugar destacado
en el ranking mundial, no obtienen en conjunto un beneficio consolidado,
superior al 2%. Que sería el 2,6% si descontamos a una de las empresas que este
primer semestre ha contabilizado cuantiosas pérdidas.
Estas
seis empresas mantienen unas plantillas de más de 430 mil empleados, habiendo
alguna de ellas estado, anterior o actualmente, en procesos de despido
colectivo, como forma de salvaguardar la actividad. Sin entrar a valorar otros
factores cuya incidencia es mucho mayor, como puede ser, por ejemplo, el
elevado endeudamiento y en consecuencia el alto coste financiero soportado o a
soportar.
Todo
ello en un contexto positivo en este primer semestre, donde la licitación
pública en España ha aumentado un 38,2% respecto del primer semestre del año anterior;
los visados de construcción una variación interanual del 16,2%, el desempleo en
el sector se ha reducido un 9,8% en el año, con un aumento notable del consumo de
cemento, etc.
Si
tenemos en cuenta ahora que el volumen de facturación del primer semestre de
estas seis empresas ha sido de 20.353 millones de euros en construcción y el beneficio neto
consolidado de 397,8 millones, nos daremos cuenta que estamos ante una
actividad escasamente rentable, lo que se contrapone con el gran valor añadido
que aporta. Cualquier otra actividad industrial obtiene beneficios más amplios
sin asumir tantos riesgos como asume la actividad constructora.
De
la cifra de negocio expuesta, menos del 20% se obtiene ya en España. Son otros
mercados internacionales donde se genera la actividad, principalmente en países
de Europa y la OCDE, que acaparan más del 60 % del negocio. Esta
internacionalidad ha aumentado el riesgo y volatilidad del negocio de nuestras
empresas, ya que un traspié en alguno de los proyectos que desarrollan,
habitualmente de muchos millones, pone en peligro la solvencia de la empresa en
cuestión. Y es que con rentabilidades tan ajustadas el negocio es muy
vulnerable.
Y
la solución no está fuera. Está dentro del propio sector. Las empresas
constructoras deben de darse a respetar, cosa que no hacen. Y para ello
deben de:
- · Ofertar solo proyectos solventes, tanto técnica como económicamente. No atender solicitudes que apenas aportan documentación y en las que además se exige un plazo insuficiente para su elaboración.
- · Facturar por las ofertas, especialmente a los clientes privados, si estás no son adjudicadas. Preparar una oferta de construcción es un proceso muy costoso.
- · Establecer un beneficio mínimo de partida para la ejecución del proyecto. No hacer “dumping”, otro gran peligro en el sector.
- · No acudir a procedimientos por subasta, solo a concursos donde se valoren además de la oferta económica, otros factores como la capacidad, el conocimiento, la experiencia, la disposición de medios, etc. y donde la oferta económica sea casi irrelevante o se exprese una fórmula que aproxime la mejor valoración a la oferta media más/menos cinco puntos, por ejemplo.
- · No asumir riesgos contractuales que son inherentes al promotor o cliente y que inciden notablemente en el coste final de la obra.
Aplicando estas cinco cuestiones se mejoraría mucho tanto la actividad como su rentabilidad. Las
grandes y medianas empresas constructoras no son ni compañías de seguros ni
ONG´s, son empresas con ánimo de lucro, cuyo negocio es el modo de vivir de
miles y miles de trabajadores.
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