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En los últimos quince años hemos visto como unos poderes que estaban algo aletargados en el mundo occidental, han reaccionado con gran virulencia y efectividad para demostrar que el dinero es el verdadero dueño y motor del mundo. Que sin su condescendencia y rentabilidad, no puede haber un crecimiento y una mejora del bienestar, como por desgracia no la hay en muchos países que teniendo las condiciones naturales para su desarrollo, siguen inmersos en la miseria y el abandono.
Esta “guerra” silenciosa y sórdida, se lleva a cabo sin armas ni belicismos- con alguna excepción- pero no por ello sin víctimas. El dinero y sólo el dinero, es suficiente para que muchos seres humanos nos asustemos ante la situación actual y lo que es peor, ante el futuro incierto que nos espera. Parece como si estos poderosos individuos, hubieran dicho basta al progreso y las mejoras sociales, para retroceder en el tiempo a la época del feudalismo, donde estaban claros los papeles en la sociedad: señores y vasallos.
Las clases medias, forjadas en los últimos 60 ó 70 años, empiezan a ser molestas. Piensan por si solas y además son reivindicativas. Ya no se dejan llevar tan fácilmente por el cacique de turno. Y lo que es peor, sus hijos y nietos, crecidos en la libertad, el bienestar y el progreso, se ven menos sometidos a estas clases poderosas de la oligarquía, la desigualdad, la petulancia y la insolidaridad. El conocimiento y la cultura se han convertido en el enemigo a batir, ante la amenaza que supone para el “status quo” de estos individuos.
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Es la hora de decir basta, de ayudarnos y ayudar también a esos pueblos que llevan siglos viviendo en la pobreza más mísera. Es la hora de que todos, desde nuestra insignificante aportación, hagamos algo para cambiar el orden actual. ¡Es la hora!
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