En los últimos años, venimos
viendo una incesante campaña contra la llamada “violencia de género”. Una lacra
de nuestra sociedad.
Más de 60 mujeres han sido
asesinadas por sus parejas en el último año. Si tenemos en cuenta los datos del
balance de criminalidad en España, con 322 homicidios en el año 2014, la
violencia contra las mujeres es responsable de casi el 20% de las víctimas. Una
cifra escandalosa y alarmante, sin duda alguna.
Como “violencia de género” se ha
definido al maltrato físico o psíquico que hace una persona contra otra de
diferente sexo, abusando de su mayor fuerza o capacidad. La que realiza el hombre contra la mujer.
Acabar con estas actitudes, no es
fácil. Fundamentalmente se debe a un problema de educación, al que sin duda en
la gran mayoría de las ocasiones acompañan fuertes desequilibrios psíquicos y
emocionales.
El problema educacional, data de
no hace mucho tiempo. Aquí, en España, la mujer era una persona de segunda
categoría y cuando estaba casada, absolutamente sometida a su esposo. Pocas
cosas podía hacer sin el permiso de este. Algo que afortunadamente cambió en
los últimos cincuenta años.
No olvidemos que hoy todavía
existen y conviven con nosotros, algunas culturas o civilizaciones donde el rol
de la mujer está en un segundo plano y el resto del mundo asistimos
sorprendidos, pero poco más.
Hoy, las estadísticas al respecto,
aunque alarmantes mientras exista un solo caso, sitúan a España dentro de los
países de su entorno, lo que me lleva a pensar que si el problema educacional
ha sido y es importante, no lo es menos el problema de salud mental.
Este problema psíquico o
patológico, ya es más difícil darle una solución en el tiempo. La existencia de
personas con fuertes desequilibrios mentales es algo natural, desgraciadamente.
El tratamiento adecuado e incluso el internamiento en centros especializados,
ayuda a corregir pero no a eliminar la potencialidad de este factor.
¿Era necesaria entonces una ley de violencia de género, tal cual? Cuyo nombre
por cierto tampoco es muy afortunado, ya que a mi modesto entender las personas
no tenemos género y si sexo.
Una ley desigual. Que en algunas
ocasiones, pocas pero hay, es utilizada para vengarse. Invirtiendo la carga de
la prueba. “Un coste asumible”, según López Aguilar entonces ministro de
Justicia, para las denuncias falsas. Y que hoy, diez años después, el propio
ministro promotor de la ley se ha visto denunciado por su entorno por presuntos
malos tratos, ¿"es una cucharada de su propia medicina"?
En fin... volvemos a estar ante otro
tema manipulado políticamente, en la búsqueda de votos y colectivos perjudicados,
como ya ocurrió con las víctimas del terrorismo.
Bien están todas las campañas de
concienciación, los centros y todas las
ayudas viables, teléfonos de emergencia, departamentos policiales
especializados, asistencia social, etc. Pero sobra esa ley, electoralista y
demagoga. El código penal ya recoge todos los delitos que se cometen en este
supuesto. Al igual que ocurre con la violencia contra niños, la pederastia, el
acoso o cualquier otro tipo de delito cuya víctima propiciatoria es un determinado
colectivo social.
Luego volquémonos en la educación,
en la información, en la ayuda y en la prevención, pero dejemos de manipular
con marcado carácter electoralista y político, algo que lo que consigue es
provocar nauseas y determinar un perfil muy bajo de quien hace de ello su
estandarte.
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