jueves, 25 de diciembre de 2014

"Navidad 2015, segundo discurso de S.M. el Rey"



Buenas noches.
Quiero, en primer lugar, daros las gracias por abrirme vuestras casas otra vez en esta Nochebuena. Un momento que es, sobre todo, de cercanía y de reencuentro; un momento para aproximarnos, para mirarnos con la voluntad y el deseo de entendernos, para transmitir a las personas que nos rodean nuestros mejores sentimientos de afecto, de paz y de alegría.
Hoy quiero estar a vuestro lado para compartir —en el segundo mensaje de Navidad que os dirijo—, unas reflexiones sobre nuestro futuro, con la mirada puesta, con confianza en el año 2016.
Hemos vivido tiempos complejos y difíciles para muchos ciudadanos y para España en general. La dureza y duración de la crisis económica produjo en muchas familias incertidumbre por su futuro; la importancia de algunos de nuestros problemas políticos generaron inquietud; y las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público, provocaron, con toda razón, indignación y desencanto.
Los problemas que he mencionado dieron lugar a una seria preocupación social. Sin embargo, no nos dejamos vencer por el pesimismo, el malestar social, o por el desánimo; sino que afrontamos con firmeza y eficacia las causas de esos problemas, los resolvimos y recuperamos el sosiego y la serenidad que se requiere y merece una sociedad democrática como la nuestra.
El mes de octubre de 2014 afirmé en Asturias que necesitábamos referencias morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que preservar. Decía, entonces, que necesitábamos un gran impulso moral colectivo. Y quiero añadir ahora que hemos hecho una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esa tarea, la lucha contra la corrupción fue un objetivo irrenunciable.
Es cierto que los responsables de esas conductas irregulares han respondido de ellas; eso es una prueba del funcionamiento de nuestro Estado de Derecho. Como es verdad también que la gran mayoría de los servidores públicos desempeñan sus tareas con honradez y voluntad de servir a los intereses generales.
Ha sido necesario —también y sobre todo— evitar que esas conductas echen raíces en nuestra sociedad y se reproduzcan en el futuro. Los ciudadanos ya están seguros de que el dinero público se administra para los fines legalmente previstos; que no existen tratos de favor por ocupar una responsabilidad pública; que desempeñar un cargo público no es un medio para aprovecharse o enriquecerse; que no se empañe nuestro prestigio y buena imagen en el mundo.
Pocos temas como éste suscitan una opinión tan unánime. Hemos cortado entre todos, de raíz y sin contemplaciones la corrupción. La honestidad de los servidores públicos es un pilar básico de nuestra convivencia en una España que todos queremos sana, limpia.
También quiero hablaros de la situación económica, porque ha dejado de ser un motivo de grave preocupación para todos. Los índices de desempleo alcanzados ya no son inaceptables ni frustran las expectativas de nuestros jóvenes y de muchos más hombres y mujeres que llevaban tiempo en el paro. Nuestras empresas son punteras en muchos sectores en todo el mundo; también lo es que nuestra economía ha sido capaz, de resolver de manera casi definitiva este desequilibrio fundamental.
Es un hecho —muy positivo— que las principales magnitudes macroeconómicas han mejorado y que hemos recuperado el crecimiento económico y la creación de empleo. Estos datos son la base de que, en el futuro, puedan generarse de forma sostenible muchos más empleos y, especialmente, empleos de calidad.
Es evidente, por tanto, que la lucha contra el paro ha sido nuestra gran prioridad. El sacrificio y el esfuerzo de los ciudadanos durante toda la crisis económica exigía que los agentes políticos, económicos y sociales trabajásemos unidos permanentemente en esta dirección, anteponiendo sólo el interés de la ciudadanía. Porque la economía debe estar siempre al servicio de las personas.
Por eso, debemos seguir protegiendo especialmente a las personas más desfavorecidas y vulnerables. Y para ello debemos seguir garantizando nuestro Estado de Bienestar, que ha sido durante estos años de crisis el soporte de nuestra cohesión social, junto a las familias y a las asociaciones y movimientos solidarios. Algo de lo que debemos realmente sentirnos orgullosos.
Quiero referirme ahora también a la situación que se vive actualmente en Cataluña.
El pueblo español, otra vez este año, 37 años después,  en el ejercicio de su soberanía nacional, renovó y ratificó mediante referéndum la Constitución de 1978, que proclamó nuestra unidad histórica y política y reconoció el derecho de todos a sentirse y ser respetados en su propia personalidad, en su cultura, tradiciones, lenguas e instituciones.
(../.)
Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas".

(Este es el discurso que me gustaría oir el día 24 de Diciembre de 2015)

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